"Jornades Doctorials"




En el debate público aparece con frecuencia la preocupación por la situación precaria de la Universidad y de las instituciones públicas de investigación. También es habitual oír hablar de las dificultades con las que tropiezan quienes se proponen desarrollar su vida profesional en estos ámbitos. Normalmente se atribuye estas dificultades a una escasez de recursos que resulta paradójica en los tiempos que corren, cuando la importancia de la investigación está cada vez más presente en la grandilocuencia de los discursos políticos.
Quizá por ello el objeto de este artículo resulte inaudito, casi inverosímil: por una vez, al menos aparentemente, se tira la casa por la ventana en la formación de los investigadores. La Generalitat de Catalunya, por medio de la Agència de Gestió d’Ajuts Universitaris i de Recerca (AGAUR), dedica una importante partida presupuestaria a organizar un evento denominado “Jornades Doctorials. Desenvolupament professional dels doctors i formació en la gestió de l’R+I”. El irritante neologismo “doctorials” indica quiénes son los destinatarios: los becarios predoctorales, en este caso beneficiarios de las ayudas para la formación de investigadores (FI) de la Generalitat de Catalunya. En concreto, los becarios que se encuentran en el tercer año de su trayectoria predoctoral y aspiran a obtener la tercera y última renovación anual. Desde 2005, esta renovación está condicionada a la asistencia a las “Jornades Doctorials”, inspiradas en un antecedente francés (las “Journées Doctorales”), pero con el añadido de la obligatoriedad marcando un evento muy sintomático de los últimos desarrollos que se viven en el mundo universitario.
Desde el establecimiento de la obligatoriedad de las “Jornades” se han venido celebrando tres ediciones cada año con casi un centenar de participantes en cada una. Entre ellos, además de los becarios FI, se cuentan algunos asistentes voluntarios procedentes de otros programas predoctorales. El coste del evento por cada asistente, según la propia AGAUR, es de 1100 euros, una cantidad que merece ser contextualizada: cada una de las doce pagas netas de un becario predoctoral de la Generalitat no alcanza los mil euros (lo que les salva de engrosar, por tanto, la filas del tan traído y llevado “mileurismo”).
Durante cuatro días, el centenar de becarios se aloja a pensión completa en un lugar aislado e inaccesible en transporte público, la “Escuela internacional de Alta Dirección y Administración de empresas de Barcelona”, un complejo privado ubicado al pie de Montserrat. Por las instalaciones, además de los organizadores de las universidades, van pasando representantes de diversos organismos y empresas que participan en las actividades. Las jornadas son maratonianas y no existen períodos de tiempo libre ni la posibilidad de ir a dormir a casa. Naturalmente, las cuarenta horas semanales exigibles a los becarios se completan y se exceden en un tiempo récord, y no existe ninguna disposición especial para los participantes con responsabilidades familiares. Además, se controla la asistencia a todos y cada uno de los actos, ya sea de manera informal en las actividades por pequeños grupos, ya sea mediante el registro de firmas en los actos plenarios. Estos controles de asistencia son una novedad de 2007 que, probablemente, pretende acabar con las conductas resistentes de quienes otros años se quedaban en su habitación.
La justificación de la obligatoriedad de las “Jornades”, repetidamente escuchada de boca de los organizadores cada vez que se hace evidente el descontento entre los asistentes, resulta paternalista e infantilizante. Al parecer, la AGAUR vela por el futuro más que incierto de los becarios predoctorales, quienes, tras estos años asomados al espejismo de la profesión de investigador, corren el peligro de haberse hecho ilusiones respecto a una posible salida laboral relacionada con su vocación. Las “Jornades Doctorials”, en este contexto, han de ser el antídoto, el golpe de realidad que les ayude a ensanchar la mirada y a barajar otras posibilidades. O, mejor dicho, la alternativa que se presenta como única: el prometedor mundo de la empresa. Todos los futuros doctores, incluidos, según se enfatiza, “los de letras”, pueden hacer sus pinitos en el sector privado siempre y cuando sean lo suficientemente flexibles, ambiciosos y creativos como para “inventarse su propio puesto de trabajo” (sic). Ante tan alto cometido, los organizadores no dudan en usar los medios a su alcance para que incluso los más recalcitrantes se dejen guiar. Porque, al fin y al cabo, ¿qué hay de malo en hacer depender de la asistencia a las “Jornades Doctorials” la continuidad de las becas? ¿Qué son cuatro días de encierro en comparación con cuatro años de sopa boba a cargo de la Generalitat? A quienes les surge alguna dificultad para asistir se les advierte de que su sustento durante el próximo año corre peligro y, en todo caso, se les concede una renovación condicionada o veinticuatro horas de gracia para ausentarse (sin que, por supuesto, les sea facilitado un medio de transporte para ir a cumplir con sus otras obligaciones a cuarenta kilómetros de distancia). Incluso en casos extremos, como la muerte de un familiar, continúan las advertencias, obviando que cualquier trabajador tiene derecho a varios días libres en tales circunstancias.
Quien asiste a tantos despropósitos no puede evitar pensar que es en ellos donde se revela la verdadera naturaleza autoritaria e impositiva del evento. Resulta increíble que el factor que legitime la renovación de la beca sea haberse sometido a cuatro días de entrenamiento pseudoempresarial, y no tanto haber desarrollado adecuadamente un proyecto de tesis doctoral durante todo un año. En efecto, cada año se producen denegaciones de renovación justificadas por la no asistencia a las “Jornades Doctorials”. Un riesgo especificado en la convocatoria, y, por tanto, indiscutible, como si los becarios hubieran estado en algún momento en disposición de manifestar su desacuerdo. Algo así como el “lo tomas o lo dejas” de un contrato laboral redactado por el empleador y firmado resignadamente por el empleado que necesita trabajar para vivir.
En la organización del evento participa una larga serie de empresas privadas: los psicólogos que “dinamizan” las actividades en grupo (OPS NEO y los trabajadores autónomos que trabajan para ellos), los organizadores del “outdoor training” (de nuevo sic), quienes regentan el propio alojamiento, etc. A esta lista se vienen a sumar buena parte de los ponentes invitados que representan también a empresas (Laboratorios Esteve, Buenaidea, Advancell, Bioibèrica, Leitat, Michaelpage, Meteosim, Neurosciences Technologies, Polyphonic, Adiciona). También participan agencias e instituciones de carácter estatal o paraestatal, relacionadas con el fomento de la actividad empresarial, como el “Centre d’Innovació i Desenvolupament Empresarial” (CIDEM), la “Fundació Catalana per a la Recerca i la Innovació” y las propias universidades públicas catalanas. El resultado es la escenificación de una especie de complicidad absoluta entre el Estado (en este caso la Generalitat) y los intereses privados.
La mayor parte de los ponentes provienen de disciplinas tecnológicas o biomédicas, proclives a la explotación empresarial de los descubrimientos científicos. La escasez de representantes de las Humanidades y Ciencias Sociales se atribuye a su incapacidad de adaptación a las circunstancias de nuestra “sociedad del conocimiento” basada en la innovación y la iniciativa empresarial, y no se interpreta como lo que es: un síntoma del absoluto desinterés que la actividad mercantil provoca en la mayor parte de estos investigadores. La reivindicación de la investigación no aplicada y del trabajo intelectual no traducible en términos de rentabilidad ni de cuantificación suena extravagante en semejante ambiente. Los becarios que no tienen previsto fundar ninguna empresa y que evitarán en lo posible trabajar en una multinacional asisten con resignación a unas mesas redondas sin ningún interés para ellos, pese a llevar títulos tan sugerentemente exhortativos como “Crea la teva pròpia empresa”, “Ara és el torn de l’empresa”, o “Millora les teves oportunitats laborals gestionant els teus contactes”. Así, el primer día se dedica al futuro inmediato tras la lectura de la tesis, pasando de puntillas sobre la carrera académica llena de altibajos, casi inexistente, que ofrece la Generalitat, y obviando totalmente la opción, en realidad contemplada por muchos, de emigrar al extranjero en busca de vientos más propicios para la investigación. El segundo día se elabora un “proyecto de innovación”, lo que obliga a todo el mundo a inventarse y a presentar ante los demás un producto cuya pertinencia reside únicamente en sus buenas perspectivas de mercado. Los días tercero y cuarto son más de lo mismo: relatos machacones de unos cuantos doctores muy satisfechos de haber abandonado a tiempo la senda sin futuro del sector público y del funcionariado, donde la innovación y la creatividad no son posibles. Los felices emprendedores, erigidos en ciudadanos modelo, proclaman la alegría –y, sobre todo, la libertad- con la que se vuelcan en sus empresas, nacidas, a menudo, en los viveros de las propias universidades públicas. Afirman, además, que, como la inmensa mayoría de los becarios que les escuchan, nunca habían pensado que iban a llegar tan alto.
Las actividades en pequeños grupos, por su parte, parecen sacadas de un manual de formación para comerciales. Los discursos de los “dinamizadores” aparecen salpicados con la terminología anglosajona del marketing y de las recetas para la gestión de recursos humanos. El mensaje central es que a los doctores recientes les llega la hora de venderse, de circular como un producto intercambiable por el mercado laboral, compitiendo entre ellos y tratando de hacerse imprescindibles para unos empleadores que, por el secular retraso y la estrechez de miras de nuestro empresariado, no valoran lo suficiente su perfil. Un perfil que, por otro lado, se desvincula absolutamente del ámbito de especialización de cada uno, de su condición de expertos en algo, porque en realidad las empresas demandan otras cosas. Así, el trabajo realizado durante el doctorado pierde toda sustantividad y es reducido a una apariencia de habilidades procedimentales: lo único que demuestra es que la persona es disciplinada y capaz de esforzarse en algo durante cuatro años. Las demandas de los empleadores del sector privado serán, por tanto, las únicas que determinarán la dirección de los esfuerzos futuros, y el doctor, todo ambición y dinamismo, es el responsable único de su propia flexibilidad y adaptación. Para ello, en todo caso, las “Jornades Doctorials” le proporcionan una caja de herramientas más bien burda e intelectualmente pobre, una especie de recetario sobre cómo redactar un curriculum o una carta de presentación, cómo hablar en público e incluso cómo confeccionar un póster científico. En definitiva, todo un dispositivo estandarizador que buscar imponer modelos hegemónicos en el proceder de la investigación y, sobre todo, en la posterior inserción laboral de los doctores. Nada, por otro lado, que los participantes en las “Jornades Doctorials” no hayan aprendido durante sus experiencias anteriores en el mundo del trabajo, a menudo ganándose el sustento durante la realización de sus estudios antes de obtener la beca. Sin embargo, se insiste en tratarles como completos inexpertos en el arte de buscar empleo. En el ranking de las obscenidades se llevan la palma las instrucciones sobre el uso de los contactos y las relaciones para perseguir los propios intereses, y también sobre la cosmética que ha de aplicarse a un curriculum para que resulte más competitivo, incluyendo, si hace falta, algunas mentirijillas sin importancia.
La metodología aplicada en las “Jornades Doctorials” tiene los ingredientes perversos de la dinámica de grupos. Los participantes llegan sin mucha idea de lo que allí va a ocurrir, en todo caso con alguna referencia vaga de los compañeros que asistieron en años anteriores. La subdivisión de los participantes, al principio desconocidos entre sí, en pequeños grupos heterogéneos pretende sacar partido de las simpatías y afinidades que surgen naturalmente durante la convivencia durante cuatro días. Se promueve la cohesión y la identificación grupal para aplacar los ánimos más bien hostiles con que muchos llegaron el primer día. Si bien, como es evidente, no se logran grandes cambios en las convicciones más firmes de las personas, sí que se neutralizan en cierta medida las resistencias más abiertas, permitiendo la gestión de un gran grupo que, al fin y al cabo, está encerrado contra su voluntad.
Pero esto no significa que una parte de los participantes no expresen su desacuerdo con la versión hegemónica de lo que debe ser el futuro de un doctor. En el propio grupo pequeño hay espacios para la expresión de la disidencia, que es canalizada a duras penas por los “dinamizadores”, a costa de su propia capacidad de resistencia psicológica, en un contexto en el que desempeñan un rol de parachoques. En efecto, ha habido grupos que se han negado a diseñar un producto innovador, o que lo han hecho en clave satírica, personas que han boicoteado alguna actividad (obligatoriamente) lúdica proponiendo una alternativa mucho más atractiva, e incluso algún pequeño motín nocturno con reivindicaciones festivas. Pero el descontento raramente trasciende estos límites y se propaga a las situaciones más oficiales. En estas se observa una aparente armonía, una conformidad monolítica en la que las disidencias toman forma de resistencia silenciosa: alguien lee un libro en lugar de escuchar al ponente, alguien se escapa al servicio durante un tiempo sospechosamente largo, alguien escucha música con unos pequeños cascos, o incluso algún becario soñoliento, tras los excesos de la última noche, no duda en tumbarse a dormir discretamente sobre la moqueta. Los organizadores gestionan todas estas evidencias con pequeñas negociaciones y algún incentivo en especie, ansiosos de que todo quede en nada y de que, una vez más, las “Jornades Doctorials” se cierren proclamando el éxito rotundo que justificará su reproducción absurda al año siguiente.
En definitiva, el mensaje de las “Jornades Doctorials” contiene el sesgo de la confusión, hoy tan generalizada, entre investigación e innovación, entre ciencia y tecnología, entre conocimiento y utilitarismo, con el reduccionismo que provoca valorarlo todo desde el punto de vista de la aplicación y la rentabilidad. Se sostiene que los becarios han contraído una deuda con la Generalitat y, a través de ella, con la sociedad, y que por ello deben apresurarse a crear empresas que contribuyan a la prosperidad económica del país. Aparentemente, la actividad realizada durante el doctorado no es una contribución capaz de saldar esa especie de deuda terrible: una muestra más de la desvalorización del contenido y la sustancia de las propias tesis. En todo caso estas, si han sido estratégicamente concebidas desde el principio, han de ser el trampolín que catapulte a los doctores al sector privado. Entran aquí en juego los tentáculos empresariales que irrumpen en la Universidad o en los centros públicos de investigación, en forma, por ejemplo, de convenios universidad-empresa. Se trata en muchos casos de estrategias privatizadoras de lo público que, en un proceso descrito como ideal en la doctrina oficial de las “Jornades Doctorials”, acaban dando como fruto el nacimiento de empresas “de base tecnológica”. Los doctores “no tecnológicos” tienen, por tanto, poco que decir en este orden de cosas. Y lo mismo ocurre con todos aquellos biólogos, físicos o incluso ingenieros que tienen el defecto de carecer totalmente de vocación emprendedora. Que también los hay.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Y no tienes la sensación de que todo eso se debe a algún tipo de interés privado en el sitio ese de Collbató?

Yo sigo pensando que eso pertenece a alguien del entorno de nuestro querido Conseller.

p i r e n e 1 9 7 9 [at] h o t m a i l . c o m dijo...

Pues no lo sé concretamente... De hecho hemos tenido distintos Consellers desde que existen las Doctorials (2001) y desde que son obligatorias para 300 personas cada año (2005), ¿no?
Lo que es evidente es que hay unas cuantas empresas lucrándose con esta historia. Sería interesante buscar información sobre cómo se han adjudicado estos servicios, si se hizo una vez o sale cada año a concurso, si la convocatoria aparece en el DOGC...

Anónimo dijo...

Hola!
Jo també vaig assistir a les Doctorials, i la veritat és que no les vaig trobar tan mala idea. Quan ets dins un departament de recerca de la universitat, el teu entorn laboral només fa que empènyer-te cap a una única direcció: el post-doctorat i el món acadèmic, com si només existís això (i com si això fos una bona opció des d'un punt de vista laboral). Una obertura de mires sempre és bona. Conec gent que ha marxat de post-doc sense estar interessat en la recerca bàsica perquè no sabia què fer. El que no trobo bé és el consum de recursos que originen aquestes jornades, ni que siguin obligatòries.
Però, afegeixo:
1) Em sorprèn la informació de que les beques de la Gene no arriben als 1000 euros. Potser caldria contrastar-la.
2) hi ha un victimisme perpetu entre els doctorands, que protestem en conjunt per el sou, però quan arriba el moment som incapaços de defensar-nos individualment de les pretensions d'excessos horaris dels nostres directors o de defensar la necessitat de fer estades a l'extranger. Els doctorands, encara que no ens n'adonem, no deixem de ser uns privilegiats. Això no és excusa perquè no pretenem una situació laboral justa, però emboirina el nostre to justiciero. Qualsevol treballador en les notres condicions faria vaga. I les pèrdues acadèmiques (endarreriments en la tesi) no van frenar els estudiants que van fer vaga en èpoques de la dictadura. Tenim un temple de peix bullit.
3) a la majoria de gent la recerca bàsica li importa un rave, i la Cultura amb majúscules encara més. I treballem amb els seus diners. Un retorn a la societat per part de la universitat és indispensable.
Sigui en forma de divulgació o en forma de preparació d'experts per al món laboral. Món que no ens hauria de fer tanta por. De vegades, amb aquest recel al món laboral, semblem aristòcrates.

p i r e n e 1 9 7 9 [at] h o t m a i l . c o m dijo...

Anónimo,

Gràcies pels teus comentaris, això s'anima...

No sé quina és la teva disciplina, però et puc ben assegurar que a la meva (l'Antropologia Social) ningú ens empeny cap a l'acadèmia, més aviat al contrari, els becaris predoctorals estem com "de prestado". Durant tota aquesta etapa se'ns recorda contínuament que el món acadèmic es tancarà absolutament per nosaltres el dia que siguem doctors. Només cal veure com està la gent que s'ha doctorat en els darrers anys: o bé es dediquen a altres coses, o bé han marxat a l'estranger. La immensa minoria que aguanta fent substitucions i feinetes entorn dels departaments són gent amb molta vocació i amb una il·lusió ben resistent, que postposa molts projectes personals (família, habitatge) en nom de la recerca. En Antropologia, i probablement en moltes altres especialitats d'Humanitats i Ciències Socials, ningú està fent això que anomenes "recerca bàsica" (gairebé tota investigació antropològica ho és) sense estar-hi realment interessat. Simplement perquè no és un bon negoci ni una opció de prestigi.
Coincideixo amb tu en que el principal problema de les Doctorials és la seva obligatorietat infantilitzant i autoritària, però no crec q sigui l'únic, simplement és el més obvi. Em sembla que tot plegat és molt simptomàtic de la posada a la venda de la Universitat i dels investigadors. I això és molt i molt greu. Per altra banda, no és cert que les Doctorials vinguin a satisfer una necessitat dels futurs doctors, la del contacte amb el món laboral no acadèmic (et recordo que nosaltres TAMBÉ som treballadors), perquè la majoria ja la tenim coberta, ja sigui per la nostra experiència passada, ja sigui simplement perquè vivim envoltats d'altra gent que ens en parla. M'atreveixo a dir que, en el cas de l'Antropologia encara és més paradoxal que se'ns acusi d'estar tancats a l'acadèmia, perquè precisament ens dediquem a fer treball de camp etnogràfic, és a dir, a anar pel món mirant les coses que passen.
Poses en dubte que les beques FI no arribin als 1000 euros nets. Bé, és cosa teva de creure-ho o no, només cal mirar-se el DOGC i calcular-ho. És el cas tant per la primera etapa (abans del DEA) com per la segona. Del primer al segon any fins i tot es passa a cobrar menys a canvi de començar a cotitzar una mica.
Parles també de victimisme. És molt cert que la nostra situació és de privilegi respecte als companys de doctorat que no tenen beca (i que son molts). Però disposar de quatre anys de certa tranquilitat per escriure una tesi doctoral és molt necessari, gairebé imprescindible, i això no hauria de col·locar-nos, com tu insinues a l'últim punt, en una situació d'endeutament perpetu amb la societat, perquè el deute l'anem pagant dia a dia i per endavant, com qualsevol altre treballador que rep un sou al final de cada mes per la feina feta. No és cert, per tant, que durant l'etapa doctoral només rebem i que després haguem de tornar-ho incorporant-nos a les empreses que suposadament contribueixen a la riquesa del país. I encara menys que ens haguem de sentir culpables perquè hi hagi una part de la societat a qui no interessi el que fem: seria tan absurd com dir que els ciutadans que no tenen cotxe no han de pagar la part dels impostos que es destinen a construir carreteres.

Anónimo dijo...

Irene,

Les pagues mensuals dels becaris sí que arriben als 1000 euros en molts casos (la gran majoria) i a més les beques inclouen el pagament de la matrícula, que sembla que no tens en compte. La resta d'estudiants de doctorat, ni un duro. Em pots dir quin és el punt intermig entre l'empresa privada i el món acadèmic, si és que el coneixes? Estàs en contra d'una major relació entre l'empresa i la universitat?

p i r e n e 1 9 7 9 [at] h o t m a i l . c o m dijo...

Doncs sí, crec que ha d'haver-hi espais on la rentabilitat i la utilitat immediata siguin conceptes secundaris, i un d'aquests espais ha de ser la Universitat. Si deixem que la recerca i l'ensenyament es supeditin totalment als interessos econòmics, estem perduts.

Torno a dir que els becaris FI no arribem als mil euros nets*. Al menys jo no n'he trobat cap que hi arribi, i en conec uns quants. Els FPU em sembla que sí que hi arriben, justet.

El fet de que ens paguin la matrícula i la tutel·la de la tesi (excepte les despeses administratives, que assumim nosaltres) és simplement de justícia perquè estem treballant, aportant als departaments no només les nostres tesis, que haurien de ser la qüestió central, sinó també, en molts casos, hores de docència i altres tasques variades.

De totes maneres, Anónimo, t'invito a que recolzis els teus arguments en les teves pròpies observacions o experiències, potser així aprenem alguna cosa que desconeixíem.

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* Aquestes son les xifres vigents durant l'any 2007 (DOGC núm.4762 - 16/11/2006):
- beques (primer any i estrangers): 11016 € bruts anuals.
- contractes segon any: 11460 € bruts anuals.
- contractes tercer i quart anys: 13596 € bruts anuals.
[A la UB ens retenen un 9% d'IRPF i un 6,40% de seguretat social, formació professional i atur]

Anónimo dijo...

Hola, sóc el primer anònim, en Jordi.
jo no crec que el que s'amaga darrera de "posar a la venda els investigadors" sigui tant terrible. Al nostre voltant, tothom treballa per diners, i ven el seu temps i coneixements per a guanyar-se la vida. No entenc per quin privilegi els investigadors hauriem de ser diferents. O, en tot cas, entenc que cal que hi hagi recerca bàsica, però també compartiràs amb mi que s'arriben a finançar projectes de recerca bàsica completament estúpids. almenys aicò és el que he vist jo, en el camp de la genètica i la química.
Que es necessitin quatre anys de beca per escriure una tesi em sembla raonable (penso que fins i tot més, jo n'he tardat 7). El que no em sembla indiscutible és si es necessiten tants doctors.
Sobre si tenim o no un deute amb la societat, crec que això és més una qüestió de consciència de cadascú més que una qüestió indiscutible. Per la meva banda, qui m'ha pagat quatre anys de beca perquè fes el doctorat ha estat la societat. I tot i que penso que el meu treball val el que he cobrat i més, també penso que la societat no en treurà cap profit, per el fet de ser, precisament, recerca bàsica. La qual, cada dia s'costa més a ser el jardí particular de jocs de quatre obsessionats per temes que no interessen ningú que no pas el que hauria de ser: els maons d'un coneixement abstracte sòlid. I el que a ull se la societat (la que paga tot això) diferencia una cosa de l'altra, és precisament, la seva aplicabilitat i la seva divulgació.
Sobre el tema del sou amb les beques: jo amb una beca UB al final de la meva tesi cobrava més de 1000 euros. Tot i això, això no canvia gire res, la meva al.legació era gratuita: estic d'acord amb tu que continua sient una feina que paga per sota de la qualificació de qui la fa, aprofitant-se de l'esperit vocacional de qui la fa. Però al cap i a la fi, no deixa de ser oferta i demanda. Com que tothom ho vol fer i no és absolutament necessari que es faci (aquesta és una percepció de la que som culpables en no fer divulgació ni aplicabilitat), els sous són baixos.
I, insisteixo: els becaris, quan ens convé diem que és una feina (i per tant, volem cobrar el que pertoca i els drets dels treballadors), i quan ens convé diem que són estudis (i hi ha d'haver estades a l'extranger, hem de tenir autonomia dels nostres directors, no hem de fer classes, etc...). Volem que ens facin la feina a la nostra mida i, a més cobrar com si fos una feina normal. Cosa que en el camp laboral no succeeix mai, o succeeix només amb gent superdotada o enxufada políticament. Que no tinguem això no em sembla en absolut que ens converteixi en víctimes. En tot cas, si ens creiéssim realment el que diem, hauríem fet ja fa molt temps vagues interminables que haurien paralitzat la recerca a tot el país. Però no ho fem. Serà perquè som estudiants, i està en joc el nostre títol?
Sí que som víctimes, però de la nostra pròpia feblesa. Al cap i a la fi, cobrem prop de 1000 euros al mes, no solem tenir càrregues familiars i sí moltes ganes d'experiències noves, no solem tenir horaris i sí oportunitats de viatjar. I això, a molts, ja ens està bé, per molt que ho veiem completament injust.

Anónimo dijo...

M'exaspera llegir com persones que suposadament han estat immersos en l'àmbit de la investigació durant mesos o anys prediquen sense vergonya que la recerca és 'com qualsevol altre feina'. Aquells que suggereixen –amb la seva correctitud política- que l'investigador no hauria de ser diferent de cap altre treballador resulten, com a mínim, sospitosos. Per un motiu molt senzill: La tasca del vertader investigador no es pot comparar amb cap altra activitat econòmica, precisament perquè hauria d’estar moguda no per la producció de benefici econòmic sino per un altre tipus de riquesa no quantificable que garantitzi que la societat té un espai per pensar-se a sí mateixa, fora de la lògica de l’acumul.lació.

Els que defensen les tesis utilitaristes amb frases com “la societat no treurà cap profit de la meva investigació” menyspreen la funció fonamental que té la producció de pensament en qualsevol societat del coneixement. La universitat és un camp per la innovació –sí, innovació- absolutament indispensable, la independència de la qual hauria de ser defensada no només per l’estat sinó també per uns futurs investigadors que estiguin desitjosos de viure ‘por’ y ‘para’ la investigació. Ha esdevingut un dels pocs reductes (sinó l’únic) que encara no han estat totalment contaminats per la lògica buida del “profit” , tant de moda avui en dia. Una lògica del profit que aquí s’ invoca facilment i que és més pròpia d’un promotor immobiliari que d’un aspirant a “pensador” o investigador. Aquells que viuen la investigació i la producció de pensament simplement 'com un treball més' farien un favor a la societat que tant defensen dedicant-se a una altra cosa, que la nòmina de funcionaris mediocres que s’ho prenen tot 'com un treball més' ja és suficientment gran. No és d’extranyar que molts d’ells siguin els que després defensen les tesis utilitaristes d’una classe política cada cop més buròcratitzada que s’atreveix a promoure amb campanyes ideològiques com aquestes JJDD que els departaments haurien de ser productors de nous empresaris.

El departament universitari, àmbit del pensament per excel.lència, hauria de ser un camp defensat i cuidat per l'Estat (o la Generalitat) amb molta fermesa. Amb teràpies conductistes com les de les JJDD, la Generalitat no només no repara els mals endèmics de la universitat catalana, sinó que a sobre ridiculitza i menysprea el seu paper indispensable. Per què no intenta imitar el cas d’Anglaterra, on l’estat convida les entitats privades a finançar projectes universitaris i promoure la innovació en els seus departaments? Per què no tract d’estimular més la inversió en la universitat per part aquelles entitats més riques perquè així aquestes puguin dir que han contribuit a impulsar una societat del coneixement? A Londres mateix està ple de institucions amb noms d’empresaris famosos que responen a una inversió desinteresada però alhora conscient de la importància del ‘profit diferent’ que pot donar l’àmbit del pensament. En el nostre cas, no només vivim en un dels països europeus on les empreses creen menys institucions culturals (potser perquè tenim empresaris incultes de debò), sinó que a més la Generalitat recolza la visió de les primeres.

Però el més indignant de tot és que persones que aspiren a ser investigadores recolzin tal despropòsit. Això sí que és trist.

Anónimo dijo...

Uf!: sí que som uns privilegiats, cobrar 1000 euros, una mica més a munt una mica més avall és igual. Ho som també perquè en principi treballem (que s'entengui això en el millor dels sentits) en el que volem, i efectivament tenim la possibilitat de viatjar, i a més pretenem que el nostre temps no l'ocupi tasques administratives...

El problema és potser de concepció de societat, del model de societat que pensem, que volem... Som uns quants maximalistes els que no ens agrada el camí que pren la nostra societat, que creiem que deriva absurdament cap a lògiques que ni tant sols s'apropen una mica a una certa concepció de l'èsser humà com a persona que mereix desenvolupar-se dignament: és a dir, simplement una societat en que la persona n'és el centre. És evident que qualsevol societat (una producte essencialment humà) que no posi el centre a la persona és una aberració, el problema és que sovint no ens adonem de que això passa avui dia en la nostra societat. El mateix concepte de treball n'és el perfecte exemple: l'ànonim Jordi ha dit que tothom ven el seu treball. Exacte, aquest és el problema d'arrel. el que aquí es discuteix és si això és bo que s'apliqui a una institució, la universitat, que precisament es dedica a pensar sobre aquestes coses... Evidentment entrem en una concepció una mica aristocràtica de la universitat: un lloc on uns quants privilegiats improductius pensen la societat mentre tota la resta treballa perquè els primers puguin existir.

Per això dic que el problema és més extens, i s'allarga cap a com un concebeix la societat. Perquè hi ha gent (molta) que segons la dinàmica en que es reprodueix la societat (i les seves classes socials) que mai arribarà a tenir la oportunitat que nosaltres tenim de tenir una beca, assistir durant quatre dies a una menjada d'olla sobre els beneficis d'empreserialitzar la universitat i el coneixemente, i després dedicar-se a polemitzar sobre tot això... Aquest és potser el problema més gran, i malgrat que comparteixo la visió de la Irene, del Jaime i una mica del Jordi, aniria més enllà. ¿És possible un altre model d'universitat més universal? Un, per exemple, a on la permeabilitat amb la resta de la societat no sigui només amb aquells i aquelles que la volen convertir en una institució rentable i dedicada a la creació de capital, benefici, acumulació; una en que tothom i totdon hi pugui participar, a on es combini de veritat el coneixement i la pràctica, un lloc per al desenvolupament personal i intelectual de totes les persones, on es combini el treball més manual necessari en el manteniment de les infraestructures del dia a dia i el creixement personal que suposa la reflexió...

En fi, he començat dient que era una manera maximalista de veure-ho, però és que quan s'està convençut que anem malament, que la nostra societat deriva per tots els seus flancs cap a l'absurd més inhumà, fins i tot fent perillar-la com a civilització, no es pot no ser maximalista.

Per cert, jo sí que crec que no haig de pagar carreteres si no tinc cotxe i no les faig servir mai. Igualment, potser tampoc és just que es mantingui una aristocràcia del coneixement. Però com que ens roben cada dia per totes bandes, com que es destinen diners públics a les coses més absurdes i assassines sense que tinguem cap capacitat de decidir o queixar-no, més val deixar-se d'escrúpols. És més absurd, per posar un exemple, subvencionar empreses per que es quedin a Catalunya que a la primera de canvi se'n van a Bulgària, que no pas destinar diners a gent que almenys qüestiona de dalt a baix l'absurd i la injusticia criminal d'un sistema que promou que les empreses se'n vagin a Bulgària perquè és més fàcil explotar els treballadors d'allà. Sobretot quan aquestes empreses cada cop més ténen un peu més firme dins la universitat.

Uf...

Anónimo dijo...

Xberger,

Em temo que repeteixes els tòpics que ja s'han dit abans en aquesta discussió: Amb quina certesa afirmes que la investigació és "improductiva"? Dones per sentada una concepció molt limitada del que és la producció. Les activitats que consideres tant productives, segons la teva concepció del que és la producció, són en el fons 10.000 vegades més frívoles i "aristòcrates" que la vertadera tasca investigadora.

Tots els que en aquesta discussió i en altres afirmen que la universitat no té "utilitat" ni és "productiva" haurien d'explicar què és "produir", per a ells.

Anónimo dijo...

No hi ha res més productiu que el pensament. És tan digne, sacrificat, i poc aristòcrate, com qualsevol altra ocupació. El que pensi el contrari, que s'auto-evalui, perque alguna cosa està fent malament.