la vivienda en el "Gross Berlin"


Era uno de los pisos de la Vorderhaus [edificio que da a la calle] de una Mietkaserne [edificio con pisos de alquiler para trabajadores]. Como ayer mismo aprendí, estos pisos solían ser algo más espaciosos y, sobre todo, más iluminados. Por tanto, se producía una estratificación de las clases sociales dentro del mismo edificio. La cuestión es que el propietario del terreno promovió la construcción de un edificio lo más alto y denso posible dentro de la legislación del momento [principios del s.XX]. El Hinterhof [patio interior] era, por tanto, todo lo pequeño posible, y los habitantes de la Hinterhaus [casa trasera] sólo disponían de esa ventilación. Se hacía así evidente la "orientación al beneficio" del propietario...
En la época en la que se construyó el edificio, existía en Berlín una enorme presión demográfica por la afluencia de gente del campo que, por otro lado, era muy necesaria para el desarrollo industrial de la ciudad. ¡Qué historia tan recurrente!
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En muchos casos, pese a que también las mujeres y los niños trabajaban, se veían además obligados a realquilar camas o habitaciones (¡o incluso altillos en el techo!) a cambio de un ingreso extra.
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Las personas más desheredadas vagaban por Berlín en busca de alojamiento. Existían para ello hogares donde podían pasar la noche, separados por sexos y previa espera haciendo cola a la puerta. Por último, descubrí una práctica muy llamativa: algunas familias se alojaban provisionalmente en los edificios en construcción. Cuando estos se acababan, les tocaba buscar un nuevo lugar donde guarecerse.

los 80: okupaciones en Kreuzberg


Aparte de los sucesos más puntuales, me interesó la parte del documental que intentaba retratar la forma de vida y organización de los Hausbesetzer [okupas]. Se organizaban para reparar las casas, y creaban sus propios puestos de trabajo. Disponían de espacios y recursos rápidamente movilizables gracias a la inmediatez de las relaciones sociales que atravesaban la alternative Szene. Un antiguo Hausbesetzer explicaba que, aunque no tenían dinero, si de pronto les apetecía organizar un concierto no tardaban en reunir todo lo necesario. En general eran gente joven, y no pocos niños, que hacían de los Hinterhöfe [patios interiores] su lugar de encuentro y de juego.

el Reino Unido y la tradición

Sólo un comentario poco fundado sobre la visita a Bristol y una de las sensaciones que esta me produjo. Unos pocos estímulos de la realidad británica (la austeridad casi hostil del hall donde me alojé, los niños uniformados acudiendo al colegio, la monumentalidad de los edificios universitarios...) me hicieron pensar por contraste en una particularidad de Alemania. Esta ha experimentado una ruptura (más o menos forzosa) con el pasado. Se ha introducido una racionalidad sin tantas nostalgias (porque es peligroso ser nostálgico de según qué) que da la sensación de reflejarse en una sociedad más centrada en el presente. Pero esto, ya digo, sólo es una reflexión gratuita que bien puede tener que ver con que apenas pude asomarme a nada que no fueran las sesiones de trabajo y sus correspondientes lunches, cenas y salidas a los pubs.

en la conferencia de la European Association of Social Anthropologists


Inevitablemente, a lo largo de la conferencia me ha tocado explicar muchas veces lo que hago... y dónde lo hago. Y aquí viene una de las reflexiones que he hecho estos días. He descubierto al menos uno de los motivos de mi "heterodoxia", una de las razones de la incomodidad vaga que siento a veces al hablar de mi trabajo. Allá va mi hipótesis: soy alguien del Sur de Europa que ha ido a interesarse por algo que ocurre más al Norte. Con muy pocas excepciones, los antropólogos que conozco estudian sociedades o grupos sociales con los que, por la propia pertenencia grupal del investigador, se parte de una relación de poder. No he conocido a afganos estudiando el fenómeno de la Superbowl, a griegos interesándose por la cultura pesquera de los noruegos, ni a somalíes estudiando las actitudes de los italianos hacia su patrimonio artístico. Se presupone, en primer lugar, que el interés ha de tener que ver con condiciones históricas, sobre todo con los lazos coloniales y las estructuras institucionales que se derivaron de estos. Y, si no, siempre existe la posibilidad de hacer Anthropology at home, aunque para ello haya que ir primero a formarse más al Noroeste, y también procurar publicar en esas latitudes.
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La historia, pues, actúa tanto sobre la "curiosidad científica" como sobre las instituciones académicas y financiadoras.

la sociabilidad en invierno


Le pregunté por la sociabilidad en invierno, cuando toda esta euforia de sol y parques no es posible. Era, por cierto, en un día hermoso, y nos encontrábamos a la orilla del canal de Kreuzberg, con un hormigueo de gente aprovechando estas últimas concesiones del verano. Me respondió que la gente en general está más recogida sobre sí misma, salen menos de casa, pero que, en las fiestas a las que asiste, se respira un ambiente de liberación, un abandono de la seriedad que a menudo dura hasta horas avanzadas. Y no pude evitar preguntarme qué ocurre con las personas (no jóvenes, no móviles, no solventes, no socialmente conectadas) que también habitan en esta ciudad.

en la Strassenfest de la Kreutzigerstrasse


La siguiente atracción era una competición que me pareció entre ruda y original. Una grúa enorme, supongo que destinada a la construcción, sostenía a un preadolescente mediante un arnés. Este estaba subido en una torre de cajas de cerveza que él mismo iba construyendo con la colaboración de un hombre que le pasaba nuevas cajas con un palo. La cosa requería equilibrio y una cierta valentía. Por fin la torre se cayó, y el chico quedó suspendido de la grúa. Los presentes le dedicaron un aplauso. A lo largo de la tarde vi a varios concursantes más, niños y niñas, alguno de los cuales se retiró por miedo antes de caer. Decía que el concurso me parecía rudo por varios motivos: en primer lugar por la grúa, monstruosamente grande y de color caqui; en segundo lugar, por el tipo de objetos que se apilaban, poco compatibles con la "educación para la salud"; tercero, porque, cuando las cajas se caían, los asistentes tenían que tener cuidado y apartarse.

en campaña electoral


Me había atraído la música de un trío que tocaba temas conocidos de jazz. El conjunto sonaba muy festivo, con el banjo, la trompa y un trompetista que a ratos también cantaba con gracia por un megáfono, dándole un toque de radio antigua. El caso es que, junto a los músicos, había un pequeño stan en el que se regalaban globos a los niños. La mayoría eran rojos y ponía PDS [Partido del Socialismo Democrático], pero, en lo que me pareció una buena maniobra de marketing, también se podían elegir otros verdes (con un mensaje ecologista-neutro) o azules (con la paloma de la paz). Pensé que así hasta los padres de la CDU [Unión Democristiana] tenían bien pocos argumentos para impedir a sus hijos acercarse a por un globo.

en el césped de Boxhagenerplatz


Lo nuevo fue mi sensación de cierta incomodidad en aquel ambiente tan excepcionalmente joven, festivo y soleado. Tal era la uniformidad de los presentes, que ni siquiera se veían niños en el recinto: estaban todos en el Spielplatz [parque infantil]. Llegué a verbalizar mi inquietud: ¿dónde estaba la gente "normal"? ¿De verdad es así de monocolor (pese a lo colorido de las vestimentas) el panorama social del barrio? En definitiva, ¿dónde estaban los viejos, los enfermos, los feos, los que trabajan los domingos?

Palacios del Pueblo


Visité, como ya quería haber hecho el año pasado, un piso en un Volkspalast ["palacio del pueblo"] en la Karl-Marx-Allee. Las zonas comunes de esos edificios, empezando por los túneles donde se encuentran algunas de las entradas y también los accesos por las calles traseras, dan una extraña sensación de espacio-público-urbano-no recomendable. Es decir, algo así como un túnel del metro desangelado al que le hace falta una reforma.

hasta la primavera


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No he hablado de cómo experimenté esta vez la marcha de Barcelona y la llegada a Berlín. La sensación de estar emprendiendo una "aventura" era esta vez más bien tibia puesto que no esperaba encontrarme con un panorama totalmente nuevo. Mi aparente control de los factores del azar, al menos en lo que iban a ser mis primeros movimientos en la ciudad, me hacía más bien poca ilusión y me impedía compensar la pérdida de lo que dejaba en Barcelona: D. y su preparación del nuevo curso; la vida académica con sus miserias y sus lujos; la placidez doméstica; los amigos con quienes ir coincidiendo; las satisfacciones y las obligaciones por vía familiar... Todo quedaba más o menos archivado, más o menos congelado, hasta la primavera. Por delante, un invierno berlinés en sentido amplio en el que me toca dar la talla social, lingüística, académica y etnográficamente.
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buscando habitación en Berlín


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Los habitantes del piso se constituían en un tribunal más o menos disimulado y recibían a los candidatos, a menudo en horas nocturnas en las que, supongo, era más sencillo coincidir todos. En este tipo de situaciones alguien se encargaba casi con indiferencia de mostrar el piso al Bewerber [candidato], pero estaba claro que la "chicha" era lo que se dirimía en el sofá o en torno a la mesa de la cocina. Todo esto ocurría en las WGs [pisos compartidos] más pobladas y aparentemente más "horizontales", donde la decisión requería un cierto consenso tras la correspondiente deliberación. Era habitual que la escena se revistiera de informalidad y de "buen rollo", hasta el punto de que se hablaba sobre temas que poco tenían que ver con la convivencia. El caso más extremo fue el de B. y D., en la Hübnerstrasse. Aquello se convirtió en una velada a medio camino entre la charla amigable y una competición a lo Gran Hermano. Y aquí es donde entra mi gran interrogante: ¿Por qué fomentaban algunos "seleccionadores" que coincidiera más de un candidato al mismo tiempo?
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