públicamente opacos


La portavoz de prensa de la Wohnungsbaugesellschaft Mitte [inmobiliaria con participación municipal] me respondió, siempre en nombre de su jefe, que no va a contestar las preguntas que le envié. Me he dado aquí de narices contra la opacidad de lo que ya es casi plenamente una empresa privada que se rige por los designios de un consejo de administración. La sorpresa ante su total negativa a colaborar me ha tenido algo paralizada en este frente: me he limitado a comentar el suceso con varias personas, ya fuera con finalidad "terapéutica", ya fuera con una intención más instrumental.
Pero hoy he vuelto a escribir a la tal Frau Kubisch expresándole mi sopresa y pidiéndole que me indique cuáles de mis preguntas podrían responder. Me he dicho que no puede ser que esa señora dé por cerrado el tema: por lo menos que tenga que esforzarse en darme otra respuesta. Aunque está claro que no es ella, sino la instancia impersonal llamada "Geschäftsführung" [dirección del negocio], quien se niega a responderme.

familia y cuidado

He querido preguntarle por el papel de la familia en la atención a los enfermos mentales. La pregunta (¿es la familia el primer recurso al que recurren estas personas?) ha sonado extraterrestre entre aquellas cuatro paredes. Frau R. me ha explicado que este colectivo es especialmente propenso a tener conflictos con los padres desde jóvenes, y que no tardan en abandonar el hogar familiar. En esta situación de desamparo y de aislamiento social suelen acudir a los servicios sociales para solicitar la atención que les corresponde. La familia, a todo esto, queda atrás, muy atrás...

En la misma línea me habló otra funcionaria, encargada de "mediar" en la provisión de viviendas para personas mayores. No supo contestarme exactamente si los ancianos suelen contar con el apoyo y el cuidado de las familias, pero sí afirmó que, cuando acuden a su oficina, nunca van acompañados de los hijos, sino de algún vecino, un amigo o un cuidador profesional.

asilados: seguridad a cambio de libertad


Me describió las dificultades que afrontan los solicitantes de asilo en Alemania. Tras una época de mucha afluencia, ha disminuido su volumen debido al endurecimiento de las leyes y a la falta de oportunidades que aquí se encuentran. Si bien es sabido que se les proporciona seguridad material, que se les cubren las necesidades básicas, también se les impone la prohibición de trabajar, y no pueden aspirar a quedarse. A menudo, cuando se considera que el conflicto de su país de origen se ha solucionado, se les obliga a volver, en el fondo volviéndolos a condenar al desarraigo, sobre todo en el caso de los niños nacidos aquí. Esto ocurrió con muchos de los asilados de la ex-Yugoslavia, de los que ya apenas queda nadie.

¿a que me chivo al Hausmeister?


En el curso de alemán, una chica polaca relató cómo su vecina vino a quejarse del ruido, y lo hizo (no sé si ya con el primer aviso) acompañada del Hausmeister [responsable de mantenimiento del edificio]. Todo el mundo en la clase comprendió automáticamente que se asustara, y eso es signo inequíoco de que este grupo de extranjeros, que en su mayoría ya están familiarizados con la cotidianeidad berlinesa, identifican al Hausmeister como un personaje con autoridad. Esto viene a responder a la pregunta que precisamente me hacía S. en su correo de ayer: ¿tienen los Hausmeister una función de "vigilancia social" respecto a los inquilinos indeseables, como los porteros españoles durante el franquismo? Pues bien, así lo parece: no están ahí solamente para propiciar y salvaguardar las buenas condiciones materiales del edificio, sino también para sancionar determinadas normas de conducta.

de paseo por la fábrica de bombillas



En la fábrica estaba también todo previsto para la reproducción de la fuerza de trabajo. Había una cantina en cada edificio, un ambulatorio, una tienda, cocinas para preparar la propia comida, un polideportivo, un auditorio, guarderías y una escuela de química. También existían espacios para organizar actividades de tiempo libre: fotografía, cerámica, teatro, danza, música, etc. Todo ello era gratis o muy barato. Me llamó la atención cómo B. enfatizaba el papel que desempeñaban las cantinas, liberando a las mujeres de la responsabilidad de cocinar: se ofrecían distintas modalidades de comidas y, para el fin de semana, también se podían encargar platos "a medio cocinar".
Los trabajadores se agrupaban en brigadas, correspondientes más o menos a los departamentos de la fábrica, que hacían mucha vida en común. Recibían un presupuesto para organizar excursiones y fiestas. También recibían en ocasiones la visita de turistas, sobre todo rusos, para quienes también se organizaban fiestas. Existían, por otro lado, unos grupos paramilitares llamados Kampfgruppen [grupos de lucha] que disponían de armas y vehículos. El incentivo de pertenecer a estos grupos, que se entrenaban mensualmente, era que eximía del servicio militar.
En la fábrica se tomaban medidas de seguridad contra el sabotaje y contra el espionaje industrial. Además, en el edificio de la administración, junto a las dependencias del sindicato y de la SED [el Partido único], había también una zona reservada para la Stasi.
En definitiva, como B. señaló, aquello funcionaba como una pequeña ciudad de cinco mil habitantes, en la que las personas no sólo trabajaban, sino que también pasaban gran parte de su tiempo libre. Todo aquello significaba, y así me lo confirmó ella misma, que los trabajadores de un gran Kombinat como aquel gozaban de privilegios respecto al resto de la población.

el túnel bajo el Spree


En la Segunda Guerra Mundial quedó inutilizado un túnel subacuático que había unido la Halbinsel [península] de Stralau con Treptow, el barrio que hay al otro lado del río Spree. Por allí había circulado una variante pequeña del S-Bahn [ferrocarril metropolitano]. Los pasajeros que llegaban hasta allí tenían que bajarse del tren convencional y montarse en la versión reducida, que atravesaba el túnel y aparecía, tras una gran curva, junto al Treptower Park. Como medida de seguridad, en cada extremo había una garita con un guarda. Cuando un conductor iaba a atravesar en una dirección, tomaba un testigo y lo dejaba al otro lado, de modo que, alternando las idas y venidas, se logró que nunca hubiera ni un solo accidente. Pero, como digo, el túnel resultó muy dañado y la reparación se considerón demasiado cara en la posguerra. De hecho, no se sabe si sólo quedaron cegadas las bocas, o si el puente está completamente hundido, también bajo el Spree. En el lado de Stralau queda hoy un parterre que cubre la antigua entrada, y una calle, la Tunnelstrasse, como únicos vestigios de aquella éoca. Definitivamente cerrado su pasado industrial, la Halbinsel de Stralau se ha convertido en un lugar chic con la construcción de casas futuristas a la orilla del agua.

Abendbrot


Encontré a J. atareado, preparando un Abendbrot [cena] bastante copioso. Observé cómo colocaba cuidadosamente el embutido en los platos, cómo cortaba el pan y lavaba los tomates. Me conmovió que hubiera preparado todo aquello para mí... Y, pese a que acababa de comer algo en casa (de nuevo este desorden mío con las comidas), quise hacerle aprecio. Me fijé en que los embutidos eran comprados a granel, y estaban envueltos en un papel como de colmado antiguo. Yo no sabría dónde encontrar tal cosa en este país de lleno de alimentos envasados... También el pan era sobrio, oscuro, sin las semillas ni los frutos secos añadidos que acaban configurando las "veinte variedades de pan" que tanto hacen recelar a algunos ciudadanos de la antigua RDA.

v de vídeo...

No suelo, pero, ya que ahora me dedico a estos temas, os remito a un sitio web donde se puede ver un vídeo que desapareció de YouTube en extrañas circunstancias:

http://bcn.vdevivienda.net/?p=51

las ruinas y el Muro


Creció en Mitte, en los alrededores de la Rosenthaler Str., en un piso antiguo con el baño compartido en el patio. Tiene todavía muy presente el recuerdo de la postguerra [de la II Guerra Mundial]. Describe cómo jugaba entre las ruinas de los bombardeos, y se refiere a esa época de pobreza como un período en el fondo feliz. Extiende esta valoración a toda la época de la RDA: aunque no hubiera tanta abundancia material, siente que la gente se vinculaba entre sí de manera más solidaria.
En el momento de la construcción del Muro, el 13 de agosto de 1961, B. y su familia estaban celebrando un cumpleaños en Berlín Oeste. Se hizo tarde y los adultos volvieron a casa, pero dejaron a los niños durmiendo en el lugar de la fiesta. Al día siguiente, pese a que el Muro era ya una alambrada custodiada por los soldados soviéticos, no hubo ningún problema para volver a enviar a los niños hacia el Este. A partir de entonces, dice B., no sintió la necesidad de comunicarse con los occidentales.

los hijos de los parados


Aproveché para preguntarles por la deuda del Senat [Ayuntamiento] y la negativa del Tribunal Constitucional a conceder más créditos a Berlín. Me contestaron que quienes lo sufrirán más directamente serán los niños y adolescentes. Según dijeron, hacen falta muchos recursos para mejorar las instituciones educativas y para prevenir el maltrato. Cuando se disparó el problema del desempleo, se pensó que, al menos, ya que los padres se quedaban en casa, los niños iban a estar más y mejor atendidos. Sin embargo, dicen, ha ocurrido todo lo contrario: los hábitos domésticos se desorganizan, los padres no se levantan de la cama por la mañana, los niños acuden a la escuela con el pijama debajo de la ropa, y se multiplican los casos de maltrato. De algún modo, vinieron a decirme que la preocupación estatal por los desempleados ha provocado cierta negligencia en lo que se refiere a la infancia.

¡vigilen esa Bäckerei!


La semana pasada le llegó a M. una carta interesante. La Hausverwaltung [administración de fincas] informa a los inquilinos de la inminente apertura de una Bäckerei [panadería] en uno de los locales del edificio. Efectivamente, ya habíamos observado movimiento: habían estado pintando las paredes de color naranja. Pero el contenido de la carta era mucho más sorprendente que un simple anuncio: se conminaba a los inquilinos de las viviendas a vigilar el cumplimiento de algunas condiciones. En primer lugar, la Bäckerei no podrá vender bebidas alcohólicas, para evitar que se reúnan personas a beber ante la casa. Una eventualidad incompatible con el prestigio de que goza nuestro edificio, sin duda el más moderno de la zona. Además, de manera más comprensible si son esos los términos del contrato, la Bäckerei tampoco podrá usar los contenedores de basura de la finca. Me resulta chocante esta responsabilización del resto de los vecinos, justificada sobre la presernvación de su propio bienestar (tranqulidad y "honorabilidad", manteniendo lejos a los alcohólicos del barrio) y de sus intereses económicos (puesto que pagan impuestos para que se les recoja un determinado volumen de basura), pero en el fondo poniéndose al servicio del provecho de la inmobiliaria. Cuando lo comenté con T., le hizo mucha gracia y bromeó aludiendo a la vigilancia mutua entre ciudadanos en tiempos de la Stasi.

crítica del exceso



En toda su comparación histórica aparecía una cuestión moral: la crítica del exceso y del derroche que son hoy la norma. Decían que los niños, al caer el Muro, quedaron totalmente deslumbrados ante la variedad y la cantidad de productos que aparecieron ante sus ojos. B. contaba que su hijo pequeño, que hoy tiene 15 o 16 años, tuvo muchos más juguetes que los mayores, hoy en torno a los 30. Estos se quejan del agravio comparativo. Pero, dice B., la cuestión es que entonces "no había más". Además, dice, tampoco se puede jugar a tres cosas a la vez, ni comer todos los pasteles que existen. Por eso mismo le parece inútil tanta variedad, además de indeseable. Ambas mujeres describían cómo hoy los niños utilizan el argumento de que todos tienen tal cosa, por ejemplo un móvil, para convencer a sus padres de que se lo compren, evitando así que el niño se sienta "inadaptado". Y aquí pusieron el ejemplo de mi grabadora, que les había sorprendido porque tiene aspecto de virguería tecnológica: para ellas, uno más de esos objetos superfluos que nos invaden. Sólo una de ellas reconoció tímidamente que los avances tecnológicos comportan algunas ventajas...

pobre pero sexy


La ciudad de Berlín había recurrido al Tribunal Constitucional en Karlsruhe reclamando el derecho a recibir apoyo económico del resto de Länder para hacer frente a sus enormes deudas. Sin embargo, el 19 de octubre, el presidente del Tribunal Constitucional, Winfried Hassemer emitió un veredicto negativo. El acontecimiento ocasionó un gran revuelo en un momento en que se acaba de sellar la coalición municipal Rot-Rot [socialdemócrata-socialista], y Klaus Wowereit [en la foto, santificado] repite como alcalde. El presidente del Tribunal parafraseó a Wowi con su famosa afirmación ("Berlín es pobre pero sexy") argumentando que el hecho de que Berlín sea sexy indica que en el fondo no es tan pobre.
La reacción inicial de los responsables municipales ha sido declarar que no se recortará el gasto social ni en cultura. Pero ya se levantan voces proponiendo la venta de las inmobiliarias de propiedad municipal [Wohnbaugesellschaften] para ingresar en las arcas del Senat 5000 millones de euros.
Simultáneamente a todos estos acontecimientos, había en el Bundestag [Parlamento] un debate muy curioso. Discuten sobre si existe o no en alemania una Unterschicht ["underclass"] formada por personas perpetuamente excluidas y cuya reincorporación a la "ciudadanía normal" se hace muy difícil. Por supuesto, los liberales del FDP rechazan el término "clase" y afirman que todos los alemanes disfrutan de igualdad de oportunidades. Los socialdemócratas, por su parte, organizan oportunamente una jornada de debate con un título de botella medio llena, "La riqueza en Alemania", en unos días en que todo el mundo tiene la palabra "pobreza" en la boca.

Kinderflohmarkt


En el Ring Center se celebraba un Kinderflohmarkt [mercadillo infantil]. Con la mayor parte de las tiendas del centro comercial cerradas, los puestos se repartían por los pasillos y por el vestíbulo de la planta sótano. Estaban mayoritariamente regentados por niños, aunque las madres supervisaban las operacions. Había también adolescentes vendiendo lo que debían de ser los indicios de su infancia recién abandonada... Por último, había también algunos adultos que habían instalado sus puestos, quizá de forma furtiva, en los márgenes del mercadillo.
Los objetos que se ofrecían eran variados, aunque estaban fuertemente presentes los juguetes, la ropa infantil, los cuentos y los vídeos. Me llamó la atención el buen estado que presentaba casi todo. Nada que ver con el aspecto general del mercado de Boxhagenerplatz.
Tras echar un vistazo y hacer un par de fotos, abandonamos el centro comercial y volvimos a nuestros "quehaceres" dominicales. Del mercadillo me quedé sin entender muy bien lo que lleva a un centro comercial a promover una actividad así, un comercio paralelo al de las tiendas que pone el acento en la reutilización de los objetos y que, además, atrae público al lugar justamente el día en que las tiendas están cerradas.

madres

M. reflexionó entonces en voz alta sobre la "anormalidad" de las familias en la RDA. Dijo que sólo tiene dos o tres amigos que hayan crecido en una familia nuclear tradicional. El resto han visto cómo su madre ha ido teniendo varias parejas, e hijos con más de una de ellas. De algún modo es como si, para esas mujeres, separarse de un marido o compañero hubiera resultado más fácil de lo habitual. Tanto R. como M. coincidieron en observar que la seguridad en el trabajo fue el pilar de esta independencia de las alemanas orientales, que no se veían obligadas a depender de un hombre con el que ya no estaban a gusto. Quise saber más y les pregunté si esta emancipación femenina iba unida a un mejor reparto de las tareas domésticas... Y entonces respondieron que la situación "tampoco era perfecta", y que las mujeres seguían asumiendo esas responsabilidades. Simplemente se logró evitar la situación, muy habitual en "el capitalismo", de que la mujer deje su carrera profesional por el cuidado de los hijos. Cuando me preguntaron por la situación en España, les tuve que hablar de la importancia de las abuelas...

relaciones


A continuación [durante nuestra visita al Intershop 2000, una tienda de productos de la RDA] hemos coincidido con M. en una sección de libros y revistas. Entonces R. me ha enseñado algo interesante: una revista para mujeres (aunque él ha añadido que también la leían los hombres) daba instrucciones precisas, con planos y fotografías, para construir algunos objetos de madera para la cocina. R. y M. me han explicado que, para compensar la falta de productos, se promovía mucho el bricolaje, la reparación y la reutilización de los objetos. Y entonces creo que he hecho la pregunta adecuada: ¿de dónde sacaban los materiales, en este caso la madera, para tales construcciones? Y me han contestado al unísono: "Ah, para eso tenías que tener relaciones".

¿decadencia? ¿estancamiento?


Dice J. que la existencia de Leerstand [espacio vacío] y la ambigüedad y confusión de los primeros años permitió que se ocuparan muchas casas. La voluntad del poder habría sido, según él, tirar muchos edificios, como ocurrió en la Frankfurter Allee. Pero no fue posible porque pronto estuvo casi todo ocupado. En esos espacios surgieron muchas iniciativas, pero estas alcanzaron un punto máximo y hoy ya no avanzan o incluso se retiran. Ha puesto el ejemplo de las Food Koops [cooperativas de consumo]: proliferaron como una reacción a la insatisfacción con los pequeños Bio-Laden [tiendas de productos biológicos], y con la voluntad de establecer más relación entre el productor y el consumidor, pero hoy los supermercados Bio hacen "dumping" con los precios, y los agricultores que traen los productos a las Food Koops ya no tienen tiempo de relacionarse con los consumidores.

Berliner Mischung


Afirmó que, en Berlín, los planificadores urbanos siempre se han ocupado de que no se formaran guetos y de que en todos los barrios estuvieran presentes todas las clases socials. Le he preguntado si se refería a la distribución habitual de los ricos en la Vorderhaus [casa delantera] y los pobres en la Hinterhaus [casa trasera] de una misma Mietkaserne [cuartel de alquiler], y ha asentido. También me ha dicho que no conviene olvidar lo siguiente: en las Hinterhäuser, donde los pisos se componen de habitación, cocina y baño, viven hoy sobre todo estudiantes y "singles", pero hubo un tiempo en que allí vivían familias enteras, algo que para nosotros es impensable.

el futuro de la Dreieckplatz

Otra noticia que me interesó tuvo que ver con el proceso de remodelación de la Dreieckplatz [plaza triangular] que hay en la confluencia de mi calle con la Wühlich- y la Simon-Dach-Strasse. Un arquitecto hizo una propuesta y la presentó a "los ciudadanos" en un acto celebrado en la escuela que hay frente a mi casa. La gente presentó alegaciones sobre el tipo de suelo y sobre el número y dirección de los caminos que han de atravesar la plaza. Y, al parecer, se les escuchará. Sería interesante, no obstante, saber quiénes son realmente esos ciudadanos, y hasta qué punto se trató de un acto público en el que se pudieron improvisar opiniones.

objetos inofensivos


Entonces le pregunté por el Museo de la RDA. Él conoce su ubicación y, pese a no haberlo visitado, tiene muy claro que se trata de "uno de esos museos de objetos". Con ellos se intenta, dice, congelar, objetificar la historia de la RDA, "desactivando" sus peligros y reduciéndola a algo inofensivo: un Trabant [el automóvil más popular], una camisa de los Pionieren [organización de los niños de la RDA]... Se dedican a coleccionar objetos y no se detienen a hacer lo que, según él, realmente hace falta: una reflexión crítica sobre los aspectos ideológicos -y no los materiales- de la época, sobre cómo definirla (si fue una democracia o bien la dictadura de la SED...), sobre sus pros y sus contras...

reparaciones


Me ha descrito las posibilidades que tenía un ciudadano [en la RDA] cuando, por ejemplo, se le estropeaba un electrodoméstico. La primera vía era la legal. Tenía que dirigirse a una oficina y solicitar la reparación. Allí le entregaban un vale para pagar al técnico, y le tocaba ponerse en contacto con este, quien, por lo general, no tenía ningún hueco libre en la agenda para las siguientes semanas. Aquí es donde aparece por primera vez la informalidad: lo de la agenda podía arreglarse con una "motivación" de veinte marcos... Entonces todo iba mucho más rápido, el trabajador se presentaba en casa más o menos a la hora convenida, y se desarrollaba entonces la escena del Kafé und Kuchen [café y pastel] antes de ponerse con la reparación. Era habitual que hubiera problemas porque se necesitaba cambiar alguna pieza difícil de conseguir, etc.
La segunda vía consistía en avisar a un "manitas" conocido y pedirle ayuda, a menudo a cambio de alguna mercancía (más deseable que el dinero) o de marcos de la RFA. Estos eran muy preciados porque se trataba de una moneda establa que permitía asegurar los ahorros.

Día de la Unidad Alemana


El día 3 de octubre se celebra el Tag der Deutschen Einheit. A falta de una visita a la puerta de Brandenburgo, sí que he visto algunas particularidades por el barrio: unos coches con banderas mezcladas con bufandas de un equipo de fútbol (quizá sólo con motivo de algún partido) y un señor muy pintoresco que llevaba un perro y una bandera en la bicicleta. Por lo demás, el barrio estaba más muerto que cualquier domingo, en ausencia del mercado de la Boxi [Boxhagenerplatz] y de sus efectos colaterales animando el sector de la restauración.

Haus Schwarzenberg


Ya en el tumulto de Hackescher Markt, entre boutiques, vi la entrada del número 39 de la Rosenthaler Strasse. Y reconocí aquel Hof [patio interior] como el lugar que, hace varios veranos, D. y yo descubrimos por casualidad. El año pasado fui incapaz de recordar dónde estaba...
La fachada del edificio estaba en plena remodelación, pero pude entrar y observar ese ecosistema en peligro de extinción, formado por un bar, una galería de arte, un cine, una librería y no sé si algo más... También vi, irónicamente, cómo un grupo de turistas visitaban el patio. Los mismos que contribuyen a su desaparición admiran la "autenticidad" del ambiente "alternativo" que allí se respira...

"La vida de los otros"


La película pertenece claramente al género del espionaje, y muestra el control que la STASI tenía sobre la población. También aparece, eso sí, un agente que de repente se vuelve humano, y las ambigüedades de una relación de pareja mezclada con la traición. En definitiva, en el ambiente asfixiante de los años 80, el espectador recibe con alivio la noticia de la caída del Muro. Y luego aparece la apertura de los archivos y el descubrimiento que un ciudadano hace de su condición de vigilado. A lo largo de la película se produjeron un par de expresiones de risa enre los espectadores, quién sabe si provocada por el distanciamiento entre Ossis [alemanes del Este] y Wessis [alemanes del Oeste], o quizá por la resignificación que los primeros han dado a su pasado. Al final, el protagonista se ve repartiendo propaganda por las aceras interminables de la Karl-Marx-Allee, vencido por las nuevas circunstancias y, sobre todo, condenado al silencio.

discusión en la Forckenbeckplatz


La escena más emocionante fue la que se produjo cuando una chica dejó que sus tres perros escarbaran en un parterre de rosales. El hombre borracho me preguntó si eran míos en tono de reprobación. Mientras yo lo negaba, llegó una señora de mediana edad y repitió la pregunta: "a quién pertenecen estos perros?". Y entonces la infractora se identificó y, lejos de acalorarse, entablaron una conversación civilizadísima sobre los derechos de los perros y de las personas. La señora afirmaba que, "como vecina", estaba muy contenta con la reforma de la plaza y no quería que volviera a estropearse como antes. Además, por allí jugaban niños pequeños, y por ello los perros no deberían estar sueltos. La chica respondía que estaba totalmente de acuerdo, pero que en la zona no había ningún lugar específico para los perros, que también necesitan andar sueltos y moverse libremente. Parecía que ambas habían expuesto ya sus razones... Pero todavía se acercaron al cartel con prohibiciones que hay a la entrada, y estuvieron comentándolo sin alzar la voz ni una sola vez. Al final, la chica llamó a los perros, que aún estaban comiendo rosales, y todos, señora, chica y perros, se alejaron por la acera.

Soli-Party en un Hausprojekt


Estábamos en una "Soli-Party" [fiesta solidaria] en el Hof [patio interior] del Zielona Gora. El motivo de l afiesta, la razón por la que era "solidaria", es un misterio. L., que, como yo, había leído la web del Stressfaktor [la agenda de la "escena alternativa"], no se había fijado en el motivo. Era lo de menos... Me sentía a gusto en la fiesta, me parecían originales los detalles de la decoración, y la música acompañaba, pero no podía ver también una cierta superficialidad en todo aquello. Gente de la Szene cuya pertenencia está determinada por criterios estéticos y por sus buenas conexiones, más que por otros motivos. Una fiesta a la que se asiste porque es vagamente solidaria y porque se celebra en el Hof de un Hausprojekt [casa donde se vive comunitariamente]... Como alternativa, claro, al ocio más mercantil de los clubs y las discotecas. ¿Por qué es esto "menos mercantil", menos colaboracionista con el sistema? Porque ha sido organizado por "amateurs" cuyo sustento no depende de esa actividad. Porque el titular del contrato de alquiler de la casa es un colectivo y no un individuo. Porque se decora a partir del reciclaje de objetos. De acuerdo, pero sólo en parte. También es voluntario, no remunerado, el trabajo de quienes colaboran en la organización de una fiesta parroquial. También es colectiva la titularidad de una sociedad anónima, y también un Hausprojekt descansa en última instancia en la decisión individual de las personas que lo conforman. Y también en los locales "comerciales" se lleva cada vez más la estética de lo reciclado...

WG-Party


La noche se presentaba solitaria y anodina cuando me llegó la noticia, vía L., de que J. daba una fiesta de despedida en la Karl-Kung-Strasse. Vencí mi somnolencia (en parte provocada por el insomnio de estos días, en parte por la autosugestión ante un evento social de este tipo) y fui dispuesta a experimentar las sensaciones de una WG-Party [fiesta en un piso compartido].
No hay mucho que reseñar... La hospitalidad y la "profesionalidad" en la organización de estos eventos (creación de ambientes, pasteles caseros, reserva de cervezas llenando la bañera...). El "buen rollito" de Friedrichshain trasladado excepcionalmente a Treptow. La sociabilidad entre desconocidas jalonada por presentaciones espontáneas, estrechamiento de manos y brindis al grito de "Prost". Y toda aquella avidez de alcohol con pasteles que acaba con la gente bailando de manera bastante desatada en una de las habitaciones. A la vuelta, el placer de la bicicleta cruzando el río... Y poco más.

en una reunión de ancianas



Aparecieron sobre la mesa varios juegos de cartas y una curiosa máquina para barajar automáticamente. La Jugadora organizó rápidamente el cotarro: las señoras se reagruparon según las preferencias, y yo me uní al grupod e las cartas sin saber que las demás iban a jugar al "Scrabble", mucho más propicio para la conversación. La Señora del Té Inacabado, que se iba animando a hablarme más, me nombró varios juegos para ver si los conocía, y al final acordaron jugar a una especie de rabino francés que ellas llamaban "Rami". Entender las reglas que me resultaban desconocidas fue un proceso curioso de ensayo-error teledirigido por La Jugadora, quien, a través de La Señora del Té, me corregía los errores a la velocidad de la luz. La Cuarta Participante tenía un papel visiblemente secundario, y recibía las descalificaciones de La Jugadora cada vez que se equivocaba. En contraste con el silencio que había casi todo el tiempo entre nosotras, oíamos a las señoras del "Scrabble" charlando animadamente. Y La Señora Hiperactiva, que había preferido mirar y darse paseos por la sala en lugar de jugar, estaba atenta al final de cada partida y se encargaba de barajar las cartas.

un sofá en la acera



Venía hacia el "Kaufbar" para escribir y aprovechar esa rendija de sol que se nos ha colado en la tarde. Justo antes de llegar a la terraza, he visto cómo dos mujeres observaban un enorme sofá naranja que, con el correspondiente cartelito ["se regala"], había aparecido en la acera. Las mujeres se han sentado en dos sillas allí al lado. He sacado la cámara y he fotografido aquel armatoste. Entonces una de las mujeres me ha dicho: "puede usted llevárselo, no nos cabe". Le he dado las gracias y le he dicho que yo tampoco tengo sitio...
Ya desde la cafetería, he ido observando las reacciones de la gente. Varias personas han mirado el sofá sin detenerse. Al cabo de pocos minutos, dos chicas que iban con un perro y un bebé se han parado a examinarlo mejor. Han preguntado si podían probarlo, lo han puesto horizontal y se han sentado. Iban comentando la jugada, hasta que finalmente parece que han decidido quedárselo. Han quitado el cartelito, han colocado el sofá al revés, y han dicho que se iban a buscar un coche. De eso hace ya un buen rato, y aún no han venido a recogerlo. Mientras tanto, sin el cartel y así colocado, el sofá no parece llamar la atención de los transeúntes. Las señoras "donantes" se han marchado en un coche y, en el local del que han salido, sólo queda un hombre haciendo reformas. En cualquier caso, aquí tenemos un "regalo sin obligación" pero con un primer grado de interacción y compromiso. De algún modo, las "donadoras" han guardado el mueble para unas "receptoras" en concreto, y ha habido un cierto intercambio de palabras entre unas y otras. Falta saber si al final se deciden a venir, o si el sofá va a quedar ahí abandonado. O si el señor del local, sabiendo que se expone a una multa, decide volver a guardarlo.

construir el socialismo


Y entonces me describió su ciudad natal. Al parecer era un lugar construido totalmente ex novo para alojar a los trabajadores de una industria del acero que estaba cerca de la frontera polaca, junto a un canal comunicado con el río Oder. Cuando se fundó la ciudad, se instalaron en ella unas diez mil personas, en su mayoría jóvenes comprometidos con la idea de "construir el socialismo".
(...)
En el lugar se habían construido Plattenbauten [bloques de placas] de seis pisos de altura, y los bloques estaban a su vez agrupados en "unidades residenciales". En cada una de estas unidades había todo lo que en principio se consideraba necesario para vivir: una guardería, una escuela, un Konsum...

la vivienda en el "Gross Berlin"


Era uno de los pisos de la Vorderhaus [edificio que da a la calle] de una Mietkaserne [edificio con pisos de alquiler para trabajadores]. Como ayer mismo aprendí, estos pisos solían ser algo más espaciosos y, sobre todo, más iluminados. Por tanto, se producía una estratificación de las clases sociales dentro del mismo edificio. La cuestión es que el propietario del terreno promovió la construcción de un edificio lo más alto y denso posible dentro de la legislación del momento [principios del s.XX]. El Hinterhof [patio interior] era, por tanto, todo lo pequeño posible, y los habitantes de la Hinterhaus [casa trasera] sólo disponían de esa ventilación. Se hacía así evidente la "orientación al beneficio" del propietario...
En la época en la que se construyó el edificio, existía en Berlín una enorme presión demográfica por la afluencia de gente del campo que, por otro lado, era muy necesaria para el desarrollo industrial de la ciudad. ¡Qué historia tan recurrente!
(...)
En muchos casos, pese a que también las mujeres y los niños trabajaban, se veían además obligados a realquilar camas o habitaciones (¡o incluso altillos en el techo!) a cambio de un ingreso extra.
(...)
Las personas más desheredadas vagaban por Berlín en busca de alojamiento. Existían para ello hogares donde podían pasar la noche, separados por sexos y previa espera haciendo cola a la puerta. Por último, descubrí una práctica muy llamativa: algunas familias se alojaban provisionalmente en los edificios en construcción. Cuando estos se acababan, les tocaba buscar un nuevo lugar donde guarecerse.

los 80: okupaciones en Kreuzberg


Aparte de los sucesos más puntuales, me interesó la parte del documental que intentaba retratar la forma de vida y organización de los Hausbesetzer [okupas]. Se organizaban para reparar las casas, y creaban sus propios puestos de trabajo. Disponían de espacios y recursos rápidamente movilizables gracias a la inmediatez de las relaciones sociales que atravesaban la alternative Szene. Un antiguo Hausbesetzer explicaba que, aunque no tenían dinero, si de pronto les apetecía organizar un concierto no tardaban en reunir todo lo necesario. En general eran gente joven, y no pocos niños, que hacían de los Hinterhöfe [patios interiores] su lugar de encuentro y de juego.

el Reino Unido y la tradición

Sólo un comentario poco fundado sobre la visita a Bristol y una de las sensaciones que esta me produjo. Unos pocos estímulos de la realidad británica (la austeridad casi hostil del hall donde me alojé, los niños uniformados acudiendo al colegio, la monumentalidad de los edificios universitarios...) me hicieron pensar por contraste en una particularidad de Alemania. Esta ha experimentado una ruptura (más o menos forzosa) con el pasado. Se ha introducido una racionalidad sin tantas nostalgias (porque es peligroso ser nostálgico de según qué) que da la sensación de reflejarse en una sociedad más centrada en el presente. Pero esto, ya digo, sólo es una reflexión gratuita que bien puede tener que ver con que apenas pude asomarme a nada que no fueran las sesiones de trabajo y sus correspondientes lunches, cenas y salidas a los pubs.

en la conferencia de la European Association of Social Anthropologists


Inevitablemente, a lo largo de la conferencia me ha tocado explicar muchas veces lo que hago... y dónde lo hago. Y aquí viene una de las reflexiones que he hecho estos días. He descubierto al menos uno de los motivos de mi "heterodoxia", una de las razones de la incomodidad vaga que siento a veces al hablar de mi trabajo. Allá va mi hipótesis: soy alguien del Sur de Europa que ha ido a interesarse por algo que ocurre más al Norte. Con muy pocas excepciones, los antropólogos que conozco estudian sociedades o grupos sociales con los que, por la propia pertenencia grupal del investigador, se parte de una relación de poder. No he conocido a afganos estudiando el fenómeno de la Superbowl, a griegos interesándose por la cultura pesquera de los noruegos, ni a somalíes estudiando las actitudes de los italianos hacia su patrimonio artístico. Se presupone, en primer lugar, que el interés ha de tener que ver con condiciones históricas, sobre todo con los lazos coloniales y las estructuras institucionales que se derivaron de estos. Y, si no, siempre existe la posibilidad de hacer Anthropology at home, aunque para ello haya que ir primero a formarse más al Noroeste, y también procurar publicar en esas latitudes.
(...)
La historia, pues, actúa tanto sobre la "curiosidad científica" como sobre las instituciones académicas y financiadoras.

la sociabilidad en invierno


Le pregunté por la sociabilidad en invierno, cuando toda esta euforia de sol y parques no es posible. Era, por cierto, en un día hermoso, y nos encontrábamos a la orilla del canal de Kreuzberg, con un hormigueo de gente aprovechando estas últimas concesiones del verano. Me respondió que la gente en general está más recogida sobre sí misma, salen menos de casa, pero que, en las fiestas a las que asiste, se respira un ambiente de liberación, un abandono de la seriedad que a menudo dura hasta horas avanzadas. Y no pude evitar preguntarme qué ocurre con las personas (no jóvenes, no móviles, no solventes, no socialmente conectadas) que también habitan en esta ciudad.

en la Strassenfest de la Kreutzigerstrasse


La siguiente atracción era una competición que me pareció entre ruda y original. Una grúa enorme, supongo que destinada a la construcción, sostenía a un preadolescente mediante un arnés. Este estaba subido en una torre de cajas de cerveza que él mismo iba construyendo con la colaboración de un hombre que le pasaba nuevas cajas con un palo. La cosa requería equilibrio y una cierta valentía. Por fin la torre se cayó, y el chico quedó suspendido de la grúa. Los presentes le dedicaron un aplauso. A lo largo de la tarde vi a varios concursantes más, niños y niñas, alguno de los cuales se retiró por miedo antes de caer. Decía que el concurso me parecía rudo por varios motivos: en primer lugar por la grúa, monstruosamente grande y de color caqui; en segundo lugar, por el tipo de objetos que se apilaban, poco compatibles con la "educación para la salud"; tercero, porque, cuando las cajas se caían, los asistentes tenían que tener cuidado y apartarse.

en campaña electoral


Me había atraído la música de un trío que tocaba temas conocidos de jazz. El conjunto sonaba muy festivo, con el banjo, la trompa y un trompetista que a ratos también cantaba con gracia por un megáfono, dándole un toque de radio antigua. El caso es que, junto a los músicos, había un pequeño stan en el que se regalaban globos a los niños. La mayoría eran rojos y ponía PDS [Partido del Socialismo Democrático], pero, en lo que me pareció una buena maniobra de marketing, también se podían elegir otros verdes (con un mensaje ecologista-neutro) o azules (con la paloma de la paz). Pensé que así hasta los padres de la CDU [Unión Democristiana] tenían bien pocos argumentos para impedir a sus hijos acercarse a por un globo.

en el césped de Boxhagenerplatz


Lo nuevo fue mi sensación de cierta incomodidad en aquel ambiente tan excepcionalmente joven, festivo y soleado. Tal era la uniformidad de los presentes, que ni siquiera se veían niños en el recinto: estaban todos en el Spielplatz [parque infantil]. Llegué a verbalizar mi inquietud: ¿dónde estaba la gente "normal"? ¿De verdad es así de monocolor (pese a lo colorido de las vestimentas) el panorama social del barrio? En definitiva, ¿dónde estaban los viejos, los enfermos, los feos, los que trabajan los domingos?

Palacios del Pueblo


Visité, como ya quería haber hecho el año pasado, un piso en un Volkspalast ["palacio del pueblo"] en la Karl-Marx-Allee. Las zonas comunes de esos edificios, empezando por los túneles donde se encuentran algunas de las entradas y también los accesos por las calles traseras, dan una extraña sensación de espacio-público-urbano-no recomendable. Es decir, algo así como un túnel del metro desangelado al que le hace falta una reforma.

hasta la primavera


(...)
No he hablado de cómo experimenté esta vez la marcha de Barcelona y la llegada a Berlín. La sensación de estar emprendiendo una "aventura" era esta vez más bien tibia puesto que no esperaba encontrarme con un panorama totalmente nuevo. Mi aparente control de los factores del azar, al menos en lo que iban a ser mis primeros movimientos en la ciudad, me hacía más bien poca ilusión y me impedía compensar la pérdida de lo que dejaba en Barcelona: D. y su preparación del nuevo curso; la vida académica con sus miserias y sus lujos; la placidez doméstica; los amigos con quienes ir coincidiendo; las satisfacciones y las obligaciones por vía familiar... Todo quedaba más o menos archivado, más o menos congelado, hasta la primavera. Por delante, un invierno berlinés en sentido amplio en el que me toca dar la talla social, lingüística, académica y etnográficamente.
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buscando habitación en Berlín


(...)
Los habitantes del piso se constituían en un tribunal más o menos disimulado y recibían a los candidatos, a menudo en horas nocturnas en las que, supongo, era más sencillo coincidir todos. En este tipo de situaciones alguien se encargaba casi con indiferencia de mostrar el piso al Bewerber [candidato], pero estaba claro que la "chicha" era lo que se dirimía en el sofá o en torno a la mesa de la cocina. Todo esto ocurría en las WGs [pisos compartidos] más pobladas y aparentemente más "horizontales", donde la decisión requería un cierto consenso tras la correspondiente deliberación. Era habitual que la escena se revistiera de informalidad y de "buen rollo", hasta el punto de que se hablaba sobre temas que poco tenían que ver con la convivencia. El caso más extremo fue el de B. y D., en la Hübnerstrasse. Aquello se convirtió en una velada a medio camino entre la charla amigable y una competición a lo Gran Hermano. Y aquí es donde entra mi gran interrogante: ¿Por qué fomentaban algunos "seleccionadores" que coincidiera más de un candidato al mismo tiempo?
(...)

"Bienvenido, Mr. Kaita"


Hace unos días pillé al vuelo un documental muy interesante que parecía estar hecho para ilustrar las cosas que estoy escribiendo en la tesina. ¡Y no es que el escenario se pareciera demasiado a Berlín!
Me explico: toda la historia podía contemplarse desde al menos dos puntos de vista. El primero, más obvio, aparece en todas las reseñas del documental que he encontrado por la red: el "problema" de la inmigración, el "subdesarrollo" de los países africanos, la "atracción irresistible" que los jóvenes sienten hacia Europa, la "integración" de los inmigrantes en el lugar de "acogida", las dialécticas que todo esto produce entre la "cultura africana" y la occidental... ¡Demasiadas comillas en todo esto!
Pero el aspecto que más me interesó fue la historia puramente material de una familia gambiana instalada en Cataluña que visita su país tras muchos años de ausencia. Uno de ellos va a casarse con una joven de allí. El documental retrata perfectamente todas las obligaciones que el viaje y la boda les imponen: obligaciones, sobre todo, relacionadas con los regalos, en un sentido de lo más maussiano. De su nuevo estatus dentro del grupo de parentesco se derivan nuevas responsabilidades que llegan a abrumarles. Todos en la familia les exigen algo: dinero, materiales de construcción, ayuda para emigrar... Les repiten machaconamente el argumento de que se deben a la comunidad de la que proceden, que no pueden salir adelante sin su apoyo.
La película presta una atención poco habitual a las ambigüedades y a los matices que introduce cada persona a la hora de enfrentarse con las demandas de la familia. Los dos hermanos tienen actitudes distintas hacia el envío de remesas y de regalos. Uno se resiste, el otro parece sentir más la obligación. Pero que sienta la obligación no significa que esté conforme: no olvida cuánto le cuesta ganar el dinero con el que está pagando tantos regalos...
En definitiva, en "Bienvenido Mr. Kaita" (dir. Albert Albacete) encontramos la versión menos voluntarista del don: la de la reciprocidad impuesta, la de la redistribución obligatoria, el control social que impide a las personas alcanzar un bienestar material demasiado por encima del de sus familiares. Una moralidad muy distinta de la del capitalismo individualista, por mucho que, también en Gambia, las cosas se compren con dinero.

zu verschenken

Esta es la primera vez que subo una imagen al blog. He elegido esta que véis, tomada en el mercadillo del Mauerpark de Berlín, porque creo que es una buena muestra de las cosas que vi por allí el otoño pasado.
Se trata de algo muy habitual en los Flohmärkte ("mercados de pulgas") que se multiplican los domingos por la ciudad: hay muchos objetos en venta, pero también hay algunos que se regalan. Normalmente están en lugar algo distinto, no encima de las mesas sino debajo de estas, en el suelo, sobre telas o en cajas, entre los pasos calmados de la gente. Suelen ser cosas pequeñas como las que véis aquí: cosas de uso efímero que de repente dejan de ser útiles para su antiguo poseedor y que, por algún motivo, no se consideran adecuadas para la venta. De modo que se les coloca un cartelito de zu verschenken ("para regalar"). Pero no acabo de ver claro el criterio: en principio no son menos valiosas, menos nuevas, menos atractivas que todo lo demás...

un grado para la Antropología

Os invito a firmar en contra de la unificación de los grados de Antropología y Sociología. Se trata de una campaña impulsada por estudiantes de Antropología de toda España, y apoyada por todos los departamentos. La encontraréis en:

https://www.firmasonline.com/1Firmas/camp1.asp?C=225

En esta misma dirección podéis leer los argumentos de la reivindicación.

Y, para más información sobre las movilizaciones:

http://gradoantropologia.blogspot.com/

¡Gracias!

26 de enero de 2006

Aunque, como a todo ser humano, al indígena kula le gusta poseer y, en consecuencia, desea adquirir y teme perder, el código social de normas que rigen el dar y tomar supedita su natural tendencia adquisitiva.
Este código social, tal como lo encontramos entre los indígenas que participan en el Kula, sin embargo, está lejos de apaciguar el deseo natural por la posesión; por el contrario, asimila la fortuna a la grandeza, y la riqueza es la marca indispensable del rango social, el símbolo del mérito personal. Pero lo importante es que, para ellos, poseer es dar, y en esto se diferencian mucho de nosotros. Se supone que un hombre que posee un bien debe compartirlo, distribuirlo, ser su depositario y su dispensador. Y a más alto rango más grande es la obligación. Resulta normal que un jefe ofrezca alimento a todo extranjero, visitante e incluso al holgazán de la otra punta del poblado. Es natural que reparta la nuez de betel o el tabaco que reserva para su consumo. Hasta tal punto es así que los hombres de rango tienen que esconder el excedente de estos artículos que quieran reservar para más adelante. En el extremo oriental de Nueva Guinea, un tipo de cesta grande, con tres compartimentos, que se fabrica en las Trobriand, era muy popular entre las gentes de rango, pues servía para esconder los pequeños tesoros en los compartimentos del fondo. De forma que el sistema principal de poder es la riqueza y el de la riqueza es la generosidad. En efecto, la tacañería es el vicio más despreciado y la única cosa sobre la cual los indígenas tienen una concepción moral muy estricta; en cambio, la generosidad es la esencia de la bondad.

Malinowski, B. (2001 [1922]). Los argonautas del Pacífico occidental. Barcelona: Península (Ediciones De Bolsillo). pp. 189-190