5 de noviembre

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Continué caminando, con la bici en la mano, en un intento vano de ver un poco más allá de aquellos primeros edificios, visiblemente saneados, que rodeaban el Eastgate [un centro comercial en el barrio de Marzahn]. Me dije que aquella era sin duda la "cara lavada" del barrio, y pretendía echar un vistazo a un paisaje menos anómalo. Pero fue imposible: como pasa en las grandes cordilleras, detrás de cada bloque había otro que seguía impidiéndome tener una visión de conjunto. En todo caso, toda aquella zona parecía haber escapado a la presunta grisura socialista.
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4 de noviembre

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Pero, al ver que desde allí no tenía acceso a Alt Stralau, volví hasta la orilla del río y, pasando bajo un túnel, me encontré por fin dando un paseo agradabilísimo por una zona tranquila repleta de espacios vacíos. Los edificios nuevos, de formas algo atrevidas pero no demasiado altos, se alternaban con algunas casas más antiguas y con industrias y solares abandonados. Poco a poco, la franja de tierra se estrechaba, hasta que llegué a su extremo. Descubrí un parque otoñal digno de aquella visita "last minute"... ¡Si lo hubiera descubierto antes! Apenas se veía nadie en los alrededores: una pareja de personas mayores, una chica paseando un perro, un ciclista pedaleando muy despacio, como yo, para disfrutar mejor del momento. Tras acercarme a un Spielplatz con un artefacto que no supe identificar, me instalé en un banco de cara al agua y estuve escribiendo en el cuaderno de campo hasta que noviembre se hizo evidente y empecé a quedarme fría...
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3 de noviembre

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Y salí a un mediodía espléndido que casi logró acabar con mi dolor de cabeza. En primer lugar me quedé ensimismada contemplando un árbol gigantesco que presidía la entrada al edificio. Me sacó de ese ensimismamiento un señor mayor que me preguntó por una calle que no supe indicarle con mucha seguridad, pero que luego resultó estar allí mismo. Hizo un comentario sobre que "los berlineses no conocen su ciudad", pero no sé si se refería a mí (lo cual, bien mirado, sería muy halagador) o a sí mismo.
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2 de noviembre

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N. lleva once años en Berlín y parece que prevé quedarse. En una primera época estuvo sobreviviendo con muy poco dinero, y, por ese motivo, frecuentando los Voküs ["cocinas populares"]. No llegó a vivier en una casa ocupada, que por entonces eran numerosas, porque le daba miedo pasar frío en invierno. Pero frecuentó esos ambientes y participó en asambleas, fiestas y actividades varias. Durante algún tiempo estuvo incluso cocinando Vokü con sus compañeros de piso. Subraya que se lo pasaban en grande preparando platos españoles: tortilla de patatas, sangría... Compraban los productos, aunque por aquel entonces era más fácil que ahora conseguir lo que los supermercados iban a tirar. De ello se nutrían muchos Voküs, pero ellos en concreto optaron por la compra en grandes cantidades. Según dijo, el dinero que la gente obtenía no era para ellos, sino en general para la restauración o el mantenimiento de las casas. N. diferencia claramente entre varios "estilos" de casas ocupadas: aquellas donde primaba la fiesta y el consumo de drogas, y otras de orientación más política, casi sin término medio. Cuenta que los "latinos" como ella tenían a veces problemas de integración en estas últimas porque no dominaban el alemán y, al no entender bien, optaban por faltar a las asambleas, que eran muy frecuentes y servían para dirimir casi cualquier cosa.
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1 de noviembre

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Pero algo me decía que la historia iba a repetirse... como así fue finalmente: ni rastro de J. Y, por cierto, ni rastro tampoco de los chicos que revenden billetes de la BVG [la empresa de transportes urbanos]. Me convertí en una experta en los ritmos entrecortados de aquella estación, entretenida en observar a los transeúntes. Y entonces tuve conciencia de que era mi última semana en Berlín, el final de este otoño apacible, casi de cuento ilustrado. En el fondo, casi diría que no me importó el plantón. Me molestó, evidentemente, que se hubiera abusado así de mi tiempo, además con reincidencia, pero tampoco pude enfadarme en exceso con una persona a la que nunca había visto.
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30 de octubre

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La película propiamente ["Berlin, wie es war"] representaba bien el género de las "sinfonías urbanas" à la Vertov: Berlín despierta, despliega toda su actividad laboral y festiva, recorremos sus espacios urbanos y los parajes naturales que la rodean, y nos muestran después su vida nocturna en torno a la oferta cultural. Todo ello aderezado, como requería la época, con un énfasis en el maquinismo, en las innovaciones tecnológicas, la industria y los transportes, y en el valor del trabajo duro y bien hecho. Me quedé con una frase: "Berlin arbeitet hart. Berlin arbeitet gut. Berlin arbeitet gern" [Berlín trabaja duro. Berlín trabaja bien. Berlín trabaja a gusto].
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31 de octubre

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Además, aproveché para explorar un poco más el barrio de Kreuzberg, especialmente su zona limítrofe con Mitte. A priori parece un lugar interesante en le que los antiguos pobladores de un barrio marginal, muchos de ellos inmigrantes turcos, con la caída del muro, se encuentran de pronto viviendo junto a las boutiques céntricas de la Friedrichstrasse, con todos sus turistas y hombres de negocios. (...) En efecto, se mezcla allí un ambiente de barrio, con grandes bloques de viviendas e infraestructuras como colegios, clubs juveniles o Spielplätze (zonas de columpios), con la presencia de grupos de visitantes que, procedentes del centro, se aventuran en Kreuzberg en busca de estampas "multiculturales" que fotografiar.

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28 de octubre

El viernes fue el día de mi retorno a la clase de Grundstufe (nivel básico) en Frankfurter Allee. Me presenté a primera hora tal como me había indicado I., quien me alargó la lista de asistencia para "hacer trampas" con las firmas, y también un certificado de aprovechamiento del curso (!). A. me recibió con alegría y me informó de las fechas de posibles exámenes de Grundstufe: todas después de mi marcha. Y decidí quedarme toda la mañana repasando otro tema de gramática y practicando algo la expresión oral. Es curioso cómo ahora, tras dos meses y unas semanas de clase en un nivel (excesivamente) superior, me intimidaba mucho menos la fluidez con la que hablaban algunos de los compañeros. En el descanso estuve hablando con S., la chica de Florida, sin duda una persona interesante con la que no he llegado a estrechar lazos.
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29 de octubre

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A las ocho de la mañana llegaba G. desde Zürich. Quedé con él y con su amigo A. (estudiante de Etnología en la Freie Universität y muy sorprendido de que se pueda hacer trabajo de campo en Berlín) en Kreuzberg, concretamente en el Café Morgenland, donde se ofrece un "brunch"-buffet por nueve euros. Un precio poco propio del Berlín que yo conozco, pero indudablemente barato para los estándares suizos... Estrené por tanto el día encaminándome casi en ayunas hacia Kreuzberg. Recorrí una Grünbergerstrasse soñolienta de camino al U-Bahn. Ya en el Morgenland, el ambiente estaba animado: diría que no había ninguna mesa libre...
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27 de octubre

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Curiosamente, Frau J. se interesa por mi doctorado y por lo que tengo previsto hacer después. En concreto, por qué tema voy a elegir para seguir investigando. Luego descubro que también tiene una hija investigadora (en Biología) que vive y trabaja en Inglaterra. En principio iba a ser ella quien hiciera de intérprete en la entrevista (Frau B. me había comentado algo en ese sentido), pero al parecer la hija ha declarado que «quien viene a investigar a Alemania debe hablar alemán». Evidentemente, me ahorro opinar sobre el tema, pero me parece un argumento un poco autoritario...
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26 de octubre

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Salí de casa con la bici para llegar a la Ostbahnhof sobre las ocho, con tiempo para comprar el billete. Pedaleando algo ahogada por una calle cercana a la Strasse der Pariser Kommune tuve mi primer encuentro con un "Polizist" que seguramente iba hacia la comisaría cercana (un edificio algo tenebroso que invita a viajar al pasado). El caso es que el señor, tras pararme con el gesto reglamentario y desearme "guten Morgen", me indicó que no estaba bien eso de circular por la acera. No se me ocurrió más que darle las gracias (!) y obedecer como un corderito... ¡qué remedio!
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25 de octubre

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Llegué bien de tiempo y me situé en la puerta de la estación de S-Bahn, dispuesta a identificar y ser identificada. En el mismo vestíbulo, junto a las mesas altas de un puesto de panadería, había tres chicos de edades parecidas a la mía y de aspecto turco. Según observé, se dedicaban a recoger los billetes usados pero aún válidos que les cedían los viajeros al salir. Luego los revendían por un euro a quienes se acercaban a la máquina expendedora. Uno de los chicos estaba especializado en conseguir los billetes (pidiéndolos en voz alta a cada oleada de gente), y otro ejercía de vendedor. Cuando alguien se interesaba por su oferta, él les preguntaba por la dirección en la que querían viajar, puesto que está prohibido utilizar una mismo billete para ir y volver, aunque sea dentro de las dos horas de vigencia. En alguna ocasión se le agotaron unos u otros billetes. Y supuse que los iba vendiendo en orden cronológico para que el comprador pudiera beneficiarse de más tiempo. Algunos compradores habituales se acercaban directamente a los chicos, sin hacer caso de las máquinas, e incluso en ocasiones les saludaban con familiaridad. Otros clientes tenían que ser "reclutados" de la cola. Por supuesto, también había mucha gente que ni siquiera respondía a las preguntas del chico, o que le contestaban escuetamente con una negativa y seguían a lo suyo. O bien le decían que necesitaban una "Tageskarte" (tarjeta para todo el día), y que por tanto no les interesaba un billete sencillo. En cuanto a los "donantes", algunos también actuaban espontáneamente, mientras que otros parecían responder a la llamada. El tercer chico no parecía cumplir ningún papel: se limitaba a permanecer apoyado en un rincón, muy cerca de la puerta donde habían colgado una bolsa de plástico con bocadillos de la que iban comiendo de vez en cuando.
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24 de octubre

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Tras las presentaciones, la reunión comenzó con una actividad lúdica: al llegar otra persona con un cargamento de manzanas de un proyecto de Selbstversorgung (autoabastecimiento), W. propuso lo siguiente: puso sobre la mesa una manzana neozelandesa ("de diez días de antigüedad") comprada en Kaiser's [un supermercado] a precio muy bajo, y, junto a ella, dos manzanas procedentes de Friesland y de cerca de Bremen. Las troceó, las puso en platos distintos, e invitó a algunos asistentes a tratar de identificarlas con los ojos tapados. Se ofrecieron dos personas que, a lo largo de la reunión, se revelarían como especialmente participativas. Y, en efecto, ordenaron las manzanas según su sabor de acuerdo con las expectativas. W. preguntó por qué eran más caras las manzanas alemanas que las traídas de Nueva Zelanda... Él mismo dio la respuesta: porque el transporte por mar desde las antípodas resulta más barato que el que se produce en el interior de Alemana... El ritual de las manzanas suscitó comentario s a media voz por toda la sala: si el objetivo era hacer pensar a los asistentes, creo que funcionó en más de un caso.
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23 de octubre

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Tras una parada técnica en casa, elegimos el Bistro Zeus para cenar. El chico que ya me conoce se deshizo en atenciones con nosotras: todo sonrisas, nos invitó repetidamente a té (incluso le cambió a E. un vasito que se había echado a perder por exceso de azúcar), a un "türkische delight", a piruletas... Y, como ya es habitual, coronó la actuación poniéndome sellos "de propina" en mi tarjeta de cliente. Evidentemente, una estrategia comercial (muy parecida a la del vietnamita de L. y J.) que, sin embargo, podría ser un buen agarradero para establecer con él algún tipo de comunicación... Algo que ya no va a ser posible en las dos semanas que me quedan...
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22 de octubre

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En la Schliemannstrasse volvimos a pasar junto a la "free box" (estanterías donde la gente deja la ropa que no necesita y de donde puede coger lo que le sirva) al aire libre que ya había visto aquel día con T. (...). El aspecto de aquella "free box", probablemente por su ubicación a la intemperie, era bastante poco atractivo. La frontera entre los que es un objeto útil y lo que es basura está también delimitada por el contexto, sin duda... De todos modos, no deja de sorprenderme que pueda mantenerse una "free box" en un espacio totalmente público: en la mismísima calle...
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21 de octubre

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En el segundo piso [del Museo de Historia de Kreuzberg y Friedrichshain] me encontré con algo mucho más cercano: la historia reciente de la zona de Kotbusser Tor, desde las destrucciones de la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, con especial énfasis en el movimiento "squatter" y en las movilizaciones vecinales contra las subidas de los alquileres como consecuencia del "saneamiento" a principios de los años 80. Toda la sala era una maqueta de la zona, que reproducía casa por casa, y en la que podían abrirse unos cajones en los que había documentación sobre cada finca. También había documentos sonoros: voces de vecinos del barrio dando su opinión, y unos paneles haciendo un recorrido histórico. Encontré el descanso frente a un televisor en el que se mostraban fragmentos de documentales y películas de ficción en las que aparecía el barrio.De toda la exposición, lo que más recuerdo es la impresión que me produjeron las fotografías de ruinas y descampados en el barrio... ¡todavía en los años 80! Y también, cómo no, las imágenes de soldados americanos jugando a las patrullas por las calles en esa misma época.
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20 de octubre

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De camino hacia el "Anastasia" me encontré con una caja de libros abandonada sobre una acera de Samariterstrasse. Tenía el consiguiente cartelito: "zu verschenken" ("para regalar"). Había alguien examinando su contenido... Como S. aún no había llegado a la cafetería, decidí volver sobre mis pasos para curiosear entre los libros y, sobre todo, para fotografiar la caja. Ahora había otra chica entretenida en buscar. Esperé a que terminara y me acerqué. Descubrí una pequeña joya: un dossier detalladísimo sobre la Sozialhilfe ("ayuda social"), del año 2000, editado por alguna asociación de desempleados. En efecto, estaba desfasado, pero no dejaba de ser un documento interesante. Y, con ello bajo el brazo, me volvía al bar, dejando paso a otro viandante que emitió una exclamación satisfecha al encontrar un diccionario que, al parecer, le encantó.
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19 de octubre

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El formato de entrevista que propuse fue el siguiente: yo me había preparado las preguntas en inglés, y las iría formulando en ese idioma. W. las traduciría al alemán e I. contestaría. Sólo en caso de necesidad le pediría a W. que tradujera en la otra dirección. En la práctica, sin embargo, la cosa fue algo distinta: mi inglés era dificultoso en aquel contexto, W. se olvidaba de traducir en ocasiones y decidía contestar él mismo, ¡y yo tuve que encargarme alguna vez de la traducción al alemán! En cualquier caso, apenas recibí "inputs" en inglés en toda la velada, a excepción de alguna aclaración de vocabulario: W. insistía, en el fondo con razón, en hablarme en alemán. También ocurrió alguna vez, sobre todo hacia el final, que W. e I. derivaran hacia alguna conversación sobre el Tauschring (red de intercambio) ante la que yo pude instalarme cómodamente como espectadora. En el fondo aprovecharon aquel encuentro para decirse también otras cosas. Incluso hubo un momento en el que me sentí expulsada de esa cierta comodidad: hablaron durante unos minutos sobre personas del Tauschring y sobre el grado de compromiso de estas, hasta que se acordaron de mi presencia y se dieron cuenta de que no era momento para ello.
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18 de octubre

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Antes de volver a casa fui a la Oranienstrasse en busca del NGBK. Descubrí otra "dimensión" de Kreuzberg: es una calle llena de librerías y de bares originales. Ya decía yo que lo que se ve a lo largo de la Skalitzerstrasse no podía ser todo lo que hay... El NGBK es una galería que, curiosamente, está en la trastienda de una librería. Quizá fuera la primera librería de libros nuevos en la que he entrado desde que estoy aquí...
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17 de octubre

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Hice algunas tareas caseras y volví a salir con la idea de ingresar mi aportación a la Koop (cooperativa de consumo). Era mi primera experiencia con la "cara humana" de los bancos berlineses: hasta entonces sólo había tratado con cajeros automáticos... Me atendió un chico jovencillo en una oficina de Frankfurter Allee. El sistema era, de entrada, como en España: ese nuevo diseño de oficinas con mostradores y mesas diseminadas, sin cristales blindados ni ventanillas, en las que el cliente tiene que esperar algo confundido en mitad de un espacio ambiguo y enmoquetado, preguntándose si todos los mostradores serán para lo mismo y acechando cuál de ellos se libera antes... Encontré, eso sí, un par de diferencias. EN primer lugar, el horario: abierto de lunes a viernes de 9 a 18h. Y, después, que los empleados no manejan dinero: entregan al cliente una tarjeta de plástico en la que han "anotado" la transacción, y entonces toca ir a un cajero extraño que escupe la cantidad correspondiente. El empleado, viendo mi inexperiencia, me acompañó hasta la máquina, muy correcto él...
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16 de octubre

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De Kreuzberg fui directamente al Zielona Gora, donde había quedado con A. y L. para el Vokü (cocina popular) de las 19h. Dejé la bici en la Boxi (Boxhagenerplatz) y me acerqué a la casa. La puerta estaba cerrada, pero alguien me abrió desde dentro. Se trataba de una sala bastante grande con sillas y mesas de varios tamaños, y algún sofá. De las paredes colgaban algunos cuadros. Todavía no estaba muy lleno... A. y L. aún no habían llegado, como pude comprobar echando un vistazo también a un espacio contiguo donde había una barra. Supuse que la comida se recogía allí mismo. Había una pizarra anunciando el menú "vegan" del día. Algunas de las personas que ocupaban las mesas estaban bebiendo cerveza, seguramente aguardando la cena. Elegí la mesa más cercana a la puerta, a la espera de A. y L. Estaba algo preocupada porque A. me había dicho que a las ocho menos cuarto ya no solía quedar comida, y esa hora se acercaba peligrosamente... Iba entrando gente, el lugar se llenaba, y comenzó a formarse una fila de personas delante de la barra. En mi mesa, en el otro extremo, se sentó a cenar un hombre que parecía conocer y hablar a todo el mundo. Lo identifiqué como uno de los "habituales" de la Boxi. Entonces irrumpió otro personaje curioso, un hombre con aspecto de vagabundo que arrastraba nada menos que un armario con ruedas. "Aparcó" junto a una de las mesas, se despojó de una mochila escolar y emprendió una hiperactividad notable.
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15 de octubre

El sábado repetí el ritual de los sábados: Schoko-Vanille Hörnchen ("cuernecito" de chocolate y vainilla) en la Bäckerei (panadería), y la mañana escribiendo al sol en la Traveplatz. La temperatura, eso seguro, había bajado mucho, pero todavía nos quedaba un solecito agradable... Me instalé en una de las dos mesas cuando la plaza estaba aún vacía... Y, poco a poco, se fue llenando de gente: un padre y una niña desayunando en la otra mesa, los habituales de los bancos al sol, alguna madre con bebé en los de enfrente... Luego apareció un chico y, sin mediar palabra, se sentó en mi mesa a estudiar. Primero pensé que tal vez fuera erasmus o algo semejante: llevaba un diccionario alemán-inglés. Pero enseguida vi las pegatinas de su archivador, que más bien revelaban su condición de "autóctono", quizá de Dresden. El chico se volvía repetidamente hacia una fuente de ruido no identificable desde allí. Tras un buen rato y algún intercambio de palabras ("Gesundheit" cuando estornudé y "Danke" cuando le recuperé un papel que había volado), me comentó que había venido aquí buscando silencio, y que aquel ruido era un fastidio. Lo cierto es que me sorprendió: el ruido en cuestión no me estaba desconcentrando ni pizca. ¿Tendría el umbral de la sensibilidad más alto que él? En cualquier caso, qué exagerado. ¡Tampoco se puede pedir que en una plaza pública haya el mismo ambiente de trabajo que en una biblioteca!
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14 de octubre

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En primer lugar, en una publicación gratuita del barrio había leído sobre la existencia de un "Intershop 2000", una tienda de los tiempos de la RDA que, al parecer, se alimenta de la famosa "Ostalgie" ("nostalgia del Este"). Me había apuntado la dirección y quise ir a echar un vistazo. Está en una de las calles perpendiculares al río, entre el Oberbaumbrücke y el puente de Treptow. Es una zona desangelada, con restos de alguna industria relacionada con la navegación fluvial, pero no da sensación de abandono: los pocos edificios de viviendas parecen saneados recientemente, y hay varias extensiones de hierba no selvática, de lo que se deduce que alguien se ocupa del mantenimiento... Entré en la calle en cuestión, Ehrenbergstrasse, y me extrañó que sólo parecía haber algún edificio residencial, desde luego sin ningún local comercial, además de los "prados" que acabo de describir. Pues bien, en uno de esos "prados" descubrí dos barracones prefabricados con una forma que recordaba vagamente algún tipo de construcción rusa: el tejado de doble vertiente, pero extrañamente redondeado. Uno de los dos barracones estaba cerrado a cal y canto, y creo que inaccesible a causa de una valla de alambre. El otro, no obstante, estaba bien abierto. Sobre la puerta había una sigla que no entendí: una "M" roja y amarilla. De un postigo enorme que debía proteger toda la fachada frontal, pero que ahora estaba abierto, colgaba una banderola roja con unas letras amarillas que decían algo sobre el Arbeitersbewegung (movimiento de los trabajadores). Tres sillitas de colores sostenían el postigo y, justo al lado, había uno de esos carteles que las tiendas sacan a la acera para informar a los viandantes de su existencia. En el cartel, escrito a mano, ponía "Intershop 2000". La puerta estaba abierta y, a ambos lados, había unos escaparates mínimos por donde asomaba un abigarramiento de objetos: productos de limpieza, juguetes... ¡y también algún alimento! Me pregunté de dónde debía provenir todo aquello: ¿mantendrán las grandes empresas occidentales, fagocitadoras de toda la producción de la RDA, una "línea de productos Ossi" para satisfacer a la clientela más recalcitrantemente "ostálgica"? A juzgar por lo polvoriento que estaba todo, esa posibilidad no acaba de cuadrarme. En cualquier caso, aquellos objetos tenían un aspecto mucho más "auténtico" que los souvenirs pseudosoviéticos que se venden en torno a la Postdamer Platz... ¡Desde luego, el protagonista de "Goodbye, Lenin" habría podido seguir engañando a su madre hasta hoy si hubiera conocido este "Intershop 2000"!Se oían voces dentro de la tienda. Esperé un momento para ver quién salía: una pareja en torno a la cincuentena que, a juzgar por las efusiones de la despedida, debían conocer al tendero. Se desearon mutuamente un "schönes Wochenende" ("bonito fin de semana") y se alejaron por la acera hasta montarse en un coche bastante nuevo. ¿De modo que aquellos eran los "ostálgicos"? ¿Gente de la edad de mis padres que no renuncian a comprarse un coche nuevo, pero que tal vez siguen prefiriendo su detergente "de confianza" desde los tiempos de la RDA? La verdad es que no vi lo que habían comprado: salieron con una bolsa de plástico transparente en la que se distinguían dos o tres paquetitos envueltos en papel de periódico... ¿Cuánto tenía todo aquello de "auténtico" y cuánto de reinventado? ¿Compraba allí la gente objetos para regalar, buscando la sonrisa cómplice o el suspiro por los viejos tiempos en el momento de retirar el papel de periódico? ¿O bien se tratará más bien de compras cotidianas, regidas por la inercia de la costumbre? Está claro que todo esto no es ni mucho menos central para el tema que me ocupa aquí, pero, en cualquier caso, no deja de intrigarme...
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13 de octubre

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En lugar de volver directamente a casa, decidí ir a tomar un capuccino al "Sheriff Teddy". Quizá fuera mi último capuccino al aire libre de la temporada (hoy, mientras escribo estas líneas, ya lo estoy tomando enun local cerrado)... El caso es que estuve escribiendo cuaderno de campo y, a ratos, observando a un grupo de hombres que bebían cerveza a mi lado, y en torno a los cuales revoloteaba un niño, deduje que hijo de uno de ellos, de comportamiento algo silvestre y con la cara pringada de chocolate.
Cuando la luz se fue revelando insuficiente, recogí mis bártulos y me fui para casa, donde volví a mi mariposeo entre emails, plannings y estadísticas...

12 de octubre

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Una tal C. (o K.), no habitante de la casa pero aparentemente enterada de los intríngulis de la Koop (cooperativa de consumo), nos dijo que el Plenum tendría lugar en el tercer piso. Pero allí no había ni un alma. Era un espacio abierto, una especie de salón que no estaba separado del rellano de la escalera por ninguna puerta. Por aquí y por allá había objetos decorativos con aspecto de proceder del "reciclaje", y también algunas "obras de arte", entre ellas una inscripción en la pared que no acabé de entender. El caso es que estábamos A. y yo solas. Y entonces aparecieron dos chicas, habitantes del lugar pero no miembros de la Koop, que no parecían entender demasiado nuestra presencia allí. Nos convencieron de que volviéramos a bajar. Creo que, si no hubiera ido con A., habría empezado a sentirme molesta.
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Como tanta gente, C. afirmó que le gustaba mucho Barcelona y que no le importaría pasar allí una temporada. Entonces A. le habló de las incomodidades de Barcelona, del ritomo demasiado estresante y el nivel excesivo de ruido, y de las dificultades de vivir además de trabajar. Curiosamente, C. sostenía que en Berlín es lo mismo: hay atascos de circulación y, según ella... ¡mucho ruido! Le hablamos también de los peligros de ir en bicicleta por Barcelona, y en ese punto no pudo contraargumentar.
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11 de octubre

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Me reencontré con aquel ambiente occidental-comercial-estándar que ya había apreciado la otra vez que paseé por allí: idéntico al Portal de l'Àngel. Tras visitar lo que queda de la iglesia [la Wilhelm-Gedächtnis-Kirche], bordeamos el Zoo y entramos en el Tiergarten siguiendo la línea del S-Bahn. Atardecía, y junto a nosotros pasaba gente volviendo a casa en bicicleta. Cruzamos la avenida del 17 de Junio y tomamos un camino paralelo a ella hasta que, al llegar a la rotonda dode está la estatua del ángel, decidimos salir a coger un autobús hacia el centro porque apenas quedaba luz entre la espesura. Pensé que también lugar, pese a haber pertenecido a Berlín Oeste, era de un urbanismo grandilocuente, un producto imperial de Prusia. La arquitectura socialista no inventó las grandes avenidas...
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10 de octubre

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Anduvimos por la Boxhagenerstrasse y entramos a explorar el cementerio que hay junto a una iglesia de ladrillo claro. El cementerio es pequeño, con todas las tumbas en el suelo y fechas muy variadas en las lápidas: desde la Segunda Guerra Mundial hasta años recientes... Como alguien observó, muy pocas tumbas tenían alguna cruz en la lápida. Había algunas personas mayores visitanto el cementerio, arreglando las flores, y una señora también de cierta edad rastrillaba la tierra de los caminillos. A la entrada, en un rincón, había una colección de regaderas marcadas con letras y atadas con cadenas como de bicicleta. Deduje que las dejaban allí los propios familiares. Como ocurre a menudo en Berlín, nadie hubiera dicho que estábamos en medio de una gran ciudad...
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9 de octubre

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Después de comer hicimos la incursión prometida en Treptower Park. Es curioso, porque justo les acababa de decir que, según me han contado, Treptow es un barrio de población muy envejecida, y, efectivamente, los paseantes que vimos en el parque eran muchísimo más viejos que todos los demás usuarios de este tipo de espacios que me había encontrado hasta entonces. Los casos del Mauerpark o el césped de la Boxi son quizá algo extremos: sólo se ven niños y padres jóvenes. Pero en parques como el Volkspark Friedrichshain nunca había tenido la sensación de cruzarme con demasiados ancianos. Quizá tuviera que ver, de todos modos, no sólo con el tipo de población del barrio, sino también con el día y la hora: domingo "nachmittags" (primera parte de la tarde), probablemente el momento "oficial" para los paseos en familia, sobre todo con el buen tiempo. También me llamó la atención que la mayor parte de la actividad del lugar parecía desarrollarse en las zonas menos "naturales", y, por tanto, menos propias de un parque: junto a los muelles, a la orilla del río, asfaltada como un paseo, en los Biergärten (terrazas de cervecerías) y en torno a los puestecillos de comida, algunos de los cuales emitían una música estridente. También advertí que había unas casetas con aspecto Ossi en las que se vendían souvenirs, y deduje que quizá durante la época del Muro aquel era un parque turístico, algo para enseñar en Berlín Este, mientras que ahora, derrotado por el archiconocido Tiergarten, ha quedado para uso "doméstico" a pesar de sus indudables atractivos...
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Y, en el Palacio de la República [de los tiempos de la RDA], descubrí con sorpresa que había algún tipo de espectáculo o exposición. Se trataba de algo titulado aproximadamente "Fraktal"... Quise entrar a curiosear el edificio, pero desistí al ver que cobraban entrada. Desde fuera se veía bastante gente en las terrazas, como si se tratara también de una cafetería. Nunca hubiera pensado que ese edificio, que en otro tiempo simbolizó la supuesta apertura del poder hacia el pueblo, con su actual aspecto ruinoso estuviera todavía en uso. Pero está visto que hay gente empeñada en reconvertir los símbolos de la RDA en un ingrediente más del Berlín "chic".
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8 de octubre

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Cenamos en un restaurante enorme con ciertas pretensiones de diseño. Pensándolo ahora, me recuerda un poco a "Els Quatre Gats": una especie de Art Nouveau congelado en el timempo y tematizado, adecuado al gusto actual. En todo caso, la visita a ese restaurante fue como asomarse a ese "nuevo Berlín" que, aunque regañadientes, está cayendo en esa tremenda paradoja de nuestro Zeitgeist occidental: distinguirse pareciéndose...
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7 de octubre

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Entonces salí a la calle y, pertrechada con un periódico gratuito, me dispuse a esperar la llegada de mi interlocutora. Junto a la puerta del Umsonstladen ("tienda gratis") había también un seños con aspecto de indigente, sentado en el suelo junto a un tetra-brick de Rotwein (vino tinto), que se reía y decía algo entre dientes. En los minutos que estuve por allí todavía vinieron algunas personas que, según me pareció, traían objetos a la tienda. Un chico, por ejemplo, traía un tablero de ajedrez. Un poco más tarde llegó una chica con una bicicleta cargada de cosas. Como objeto estrella traía una guitarra polvorienta. Cuando la vio el señor del Rotwein, entabló con ella una conversación que no fui capaz de entender. En cualquier caso, la guitarra fue para el señor, y la conversación terminó con un "viel Spass mit der Gitarre" ("que se divierta con la guitarra") por parte de la chica. Cuando ella se hubo marchado, el hombre aporreó un poco las cuerdas, y enseguida dejó la guitarra a un lado, apoyada en la pared. Me dije, y así me lo confirmaría G., que aquel era un ejemplo de las escasas ocasiones en que donador y receptor se ven las caras.
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En un momento de la entrevista, cuando insistí en enterarme mejor de la situación del local, que está ocupado, G. me pidió que apagara la grabadora, y me explicó entonces los detalles. Era la primera vez que me pasaba algo así en una entrevista, y me alarmé un poco ante la posibilidad de estar yendo demasiado lejos con las preguntas... Pero, viendo la naturalidad que G. mantenía (una vez comprobó que la grabadora estaba realmente en "pause"), me quedé más tranquila e intenté
entender la explicación.
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6 de octubre

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Efectivamente, H. también vive en el Hausprojekt. Entramos por una puerta del patio y subimos cuatro o cinco pisos por una escalera muy animada: casi en cada piso había alguien a quien H. saludaba. La casa resultaba muy acogedora y estaba en buen estado, pero no resplandecía como una casa recién reformada. Había parquet y bastantes muebles. Inevitablemente, me pregunté si yo sería capaz de vivir en una situación de sociabilidad constante: eran treinta y seis adultos y cinco o seis niños compartiendo algunos espacios comunes (el bar-sala de reuniones, una sala de TV, el patio interior...), y subdivididos en "living groups" de cuatro o cinco miembros que comparten una cocina, alguna otra dependencia... y el buzón.
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5 de octubre

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La Food Coop tiene su sede en una WG (piso compartido) donde al parecer vive bastante gente. En la calle no hay ningún distintivo, y, por tanto, es imprescindible saber el nombre que pone en el timbre. Una vez arriba nos abrió un chico bastante joven que, tras un momento de duda, nos dejó entrar hasta un recodo del pasillo, bastante oscuro por cierto, donde había unas estanterías con los pedidos de esta semana. Sin embargo, nadie había hecho el trabajo de separar por grupos los alimentos, sino que estaba todo mezclado. Con ayuda de una balanza y de la lista de lo que habían encargado, J. y L. fueron separando su parte. Las dificultades llegaron a la hora de identificar algunas hortalizas raras o no tan raras. Tampoco los chicos de la WG sabían distinguir un Curvis (calabaza) de un Nuss-Butter-Curvis (?)... ¡ni identificaban el Mangold (acelgas)! Lo mismo ocurría con los panes: los había de muchos tipos, y hubo que guiarse por la intuición. J. había pedido uno de tomate, que localizamos por el olor, y otro de patata que casi escogió al azar. Separados los montoncitos de cada uno, J. y L. se encontraron con el problema de cómo transportarlo todo: los dos llevaban bolsas insuficientes. Toda la escena transcurría, como digo, en un rincón angosto del pasillo de alguien...
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4 de octubre

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Durante todo el rato, S. [que tiene una niña de dos semanas] me pareció muy tranquila y segura respecto a la niña, y me dije que quizá se deba a la presencia de su madre. En efecto, ella misma habló de la "transmisión oral de conocimientos" que se estaba produciendo entre las dos generaciones. Añadió que, en España, este apoyo y esta transmisión son imprescindibles, mientras que aquí se quedan en optativos: cada niño (y cada madre) recibe la asistencia consitnua de una comadrona que va pasando por casa durante los tres primeros meses de vida.
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3 de octubre

Invertí la jornada de la Deutsche Einheit (unidad alemana) en un areflexión sobre mis ya cinco semanas en Berlín. Estoy en la mitad del camino...
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2 de octubre

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Necesitaba ir al servicio, de modo que entramos en el centro comercial que hay bajo al estación de S-Bahn de Alexanderplatz. Había mucha actividad... Y me imaginé una especie de trasvase masivo de personas, de los parques y los Flöhmärkte (mercadillos de segunda mano) a aquellos "templos del consumo"... De alguna manera, era como si el frío y el invierno impidieran (o dificultaran) las prácticas "resistentes" o "heterodoxas" con respecto al consumo de mercado convencional. Lo mismo ocurre, me dije, con las bicicletas: con elfrío dejan de ser el medio de transporte más agradable... Sin embargo, como se estaba demostrando este fin de semana, la gente sigue yendo a los parques, a los mercados y en bicicleta, aunque quizá de una forma menos masiva.
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1 de octubre

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También supimos que J. reúne mensualmente unos 400 euros, entre su trabajo en un bar y su nuevo puesto de profesor a tiempo parcial. Según contaba, con esa cantidad de dinero tiene suficietnte para vivir y pagar el alquiler. Le daba mucha importancia, por ejemplo, al hecho de que no ha de gastar dinero en transporte gracias a la bicicleta. También añadió que no se había comprado ropa desde que estaba en Berlín.
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30 de septiembre

Diría que nada especial que reseñar sobre el día de hoy: el último día de clase de alemán antes de dos semanas de "vacaciones de otoño", el día en que se me ha roto la llave del candado de la bici, el día en el que finalmente he comprobado que no nos funciona la línea de teléfono, el día en que va a llegar D.
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29 de septiembre

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G. me explicó a grandes rasgos el funcionamiento del Umsonstladen ("tienda gratis"). Las personas pueden coger lo que quieran, respetando la "drei-Teile-Regel": como máximo pueden llevarse tres cosas. De entrada, nadie les da indicaciones específicas, pero, si alguno de los responsables advierte que se están llevando demasiadas cosas, se les acerca y les explica que se trata de "priorizar las necesidades". Normalemnte, los visitantes no han de hacer nada especial para completar la "transacción": ¡evidentemente, no es necesario pasar por caja!. Basta con que cojan el objeto y se lo lleven, sin necesidad de dirigirse a nadie.
Por otro lado, el Umsonstladen recibe objetos de personas que los llevan hasta allí, en principio porque ya no los necesitan. Han de estar en buen estado y funcionar correctamente. G. me comentó que, a menudo, se encuentran con dificultades para explicar a alguien que el objeto que trae no va a ser útil para otras personas.
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28 de septiembre

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Cenamos a escasos centímetros de un granadino y su pareja. El chico nos dio conversación al oír que éramos españolas... Fue ese tipo de sociabilidad que al principio me cuesta de entender y que no siempre recibo de buen grado. Me di cuenta, sin embargo, de que en Liège nos pasábamos la vida en ese plan... Y aquí puedo hablar de cómo comparo la experiencia del erasmus con esta estancia de trabajo de campo. Pese a que aquí mi presencia requiere explicaciones más complicadas, y a que no puedo hacer uso de la etiqueta-comodín "erasmus", y casi ni siquiera la de "estudiante", siento en todo momento que lo que he venido a hacer tiene un valor y un interés q no necesita más justificación... No sé cómo explicarlo: aquí estoy más a gusto, me mimetizo más con el lugar, y no me da la sensación de estorbar el curso "normal" de las cosas, de los días. Dicho de otro modo, siento que mis interlocutores, desde los más casuales (la señora de la Bäckerei) hasta los más buscados (mis "informantes") están ante mí y participan o contribuyen en mayor o menor grado a mis objetivos. En Liège, sin embargo, yo formaba parte de un grupo desproporcionadamente grande de personas que vivíamos en un nivel paralelo al de la vida social "autóctona", pese a que, de vez en cuando, lográramos sacar la cabeza de aquella pecera...
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27 de septiembre

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El panorama dentro de la tienda era de lo más pintoresco. Había algunas personas sentadas en las sillas que se intercalaban entre lo que me pareció la mercancía que estaba a la venta: máquinas de coser antiguas, estanterías con vajilla, montones de ropa de cama, maletas, algún juguete... De cara al escaparate habían colocado algunos objetos "escogidos": lamparitas de mesilla y piezas de critalería. Me invitaron a sentarme entre ellos. Al principio sólo me daba conversación un chico joven: me explicó que era turco y que estaba parado, pero que durante tres meses tenía que trabajar allí. Luego, me dijo, "de vuelta al paro". También me preguntó si había muchos turcos en España. Me dijo que, según había oído, había muchos "extremistas de derechas" que atacaban a los inmigrantes. Había también una mujer oriental que guardaba silencio en un rincón, y un marroquí llamado Omar que, él sí, no tardó en presentarse y en traerme una cuartilla donde se explicaban los servicios que allí se ofrecían. Aguardé un rato más observando la escena y hablando con ellos intermitentemente. Una mujer turca, que, según me dijo, llevaba en Berlín treinta años, me estuvo enseñando las máquinas de coser. Le conté que mi abuela tenía una parecida, de las que funcionaban con pedal. Había otras personas, algunos con aspecto de "autóctonos", que entraban y salían de una especie de trastienda. Otros tomaban el sol en la acera, sentados en un bordillo. (...) Omar y el chico turco se disputaban el control sobre una mini-cadena en la que sonaban alternativamente una emisora de radio alemana y un cassette de música árabe.
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26 de septiembre

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El día se estaba poniendo gris por momentos. Iba sin plano y me puse a hacer experimentos... Recorrí la Boxhagenerstrasse hasta el final, más allá de las vías del S-Bahn, y entonces aparecí como en otro mundo, en una zona de jardines y calles peatonales salpicada de vez en cuando con algún bloque de pisos. Volví a encontrar la Boxhagenerstrasse, en principio una buena pista para volver a terreno conocido, pero me lo estaba pasando bien y decidí ir un poco más allá. Atravesé una estación de S-Bahn, diría que Nöldnerplatz, y continué guiándome por mi presunto sentido de la orientación. Ya he dicho que no había sol... Seguí recorriendo calles bastante desiertas, apenas sin comercios, hasta llegar a una cuyo nombre me gustó: Irenenstrasse. Pero ni idea de cómo volver a casa. Testaruda, seguí sin preguntar a nadie. Tenía la sensación de estar en Lichtenberg, y, en efecto, llegué a una estación de tren y S-Bahn que tenía ese nombre. Ante mí, un scalextric de carreteras... Tomé una de ellas, ya casi al azar, en dirección contraria a los que me parecieron los edificios más gigantescos. Al fin y al cabo, ese era el tipo de construcciones que asociaba con Lichtenberg, y, por tanto, se trataba de dejarlos atrás. Poco después encontré un cartel con el nobmre de la avenida donde me encontraba: ¡Frankfurter Allee! Pero no veía claro el sentido que tenía que tomar. Pregunté a un cartero jovencillo en qué dirección estaba Friedrichshain... ¡Y me señaló todo lo contrario de lo que me esperaba!
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25 de septiembre

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Subí con la bici hasta Frankfurter Allee y fui atenta a las variaciones dominicales de la avenida: menos gente, menos coches y, sobre todo, menos productos expuestos en las aceras. Por la Danzigerstrasse había también poco tráfico, de modo que fui casi todo el tiempo por la calzada. Había una quietud que recordaba a los agostos barceloneses, cuando, por ejemplo, es posible ver a lo lejos una Carretera de Sants casi vacía.
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La entrada del Mauerpark era, sobre todo, una enorme acumulación de bicicletas, muchas de ellas atadas a unas barandillas que delimitaban un espacio para los perros. "Aparqué" allí mismo y entré en el recinto del Flöhmarkt. Al principio tuve luna sensación de agobio similar q la que experimento en el Mercat de Sant Antoni cuando voy demasiado tarde. Pero poco a poco fui acostumbrándome a adecuar mi paso al de la multitud.
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24 de septiembre

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Después recorrí los Spielplätze (zonas de juego) de la plaza y observé cómo jugaban los niños... y muchos padres, tan embadurnados de arena como sus hjos. Volví a preguntarme si realmente disfrutamos tanto del buen tiempo y del aire libre en España. Es como si, al sobrarnos, no supiéramos qué hacer con él. Aquí, sin embargo, es como si cualquier actividad se llenara de sentido, como si su valor o su interés se multiplicara por el hecho de hacerse al aire libre. Un ejemplo: en el programa de cursos de la Volkhochschule, en el capítulo sobre cursos de alemán, hay una foto de una profesora y un alumno en una especie de jardín. El pie de foto dice algo así como "asesoramiento lingüístico también al aire libre". ¿A quién se le ocurriría algo así en España? Lo mismo ocurre con la apropiación de las aceras. En nuestras ciudades existen regulaciones estrictas sobre su uso, por ejemplo, para la exposición de productos a la venta o para la instalación de terrazas. Aquí todos los comercios tienen como mínimo un apararca-bicis y un cartel o una pizarra anunciando sus servicios. Y hasta los quioscos y los colmados sacan en el buen tiempo un banco a la acera para que los clientes puedan sentarse un rato a tomar el sol. Además, en nuestras ciudades se ha perdido totalmente (con la excepción de algunos barrios de costumbres más rurales que urbanas) la costumbre de sacar una sillas a la acera y estar allí de tertulia. En Berlín (y también lo he visto así en algunos lugares de Holanda), hay familias que incluso sacan un sofá y tienen a los niños jugando alrededor...
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23 de septiembre

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Crucé la Bötzowstrasse y me encontré con una fiesta popular. Primero me pareció que iba dirigida a los niños: había unos bomberos que enseñaban su camión, y unos policías que habían organizado un circuito para bicicletas y patinetes. Pero, un poco más allá, encontré todo tipo de tenderetes que, según interpreté, eran de grupos juveniles de tiempo libre. Algunos ofrecían comida o bebida, y otros ponían a la venta objetos de artesanía. Por aquella zona, el público era mayoritariamente adolescente: tuve la sensación de estar en el patio de un instituto. Y eso me hizo recuperar la sensación (quizá infundada) de que en Friedrichshain no se ve apenas gente de esas edades. Parece como si sólo hubiera bebés y niños pequeños, y , junto a ellos, sus padres, llegando a la treintena.
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22 de septiembre

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El caso es que se me ha contagiado la euforia que se vive en sitios como este cuando sale un día como el de hoy. Y, a mediodía, tenía ganas de aprovechar el sol. Quizá tenía que ver también con una cierta insatisfacción que he ido acumulando estos días: me he dedicado demasiado a "mis papeles" y he salido de casa estrictamente para ir a clase y para las entrevistas. (...). Estaba echando de menos un poco de "dolce vita" berlinesa, porque eso también es realidad social cotidiana, y porque para transcribir ya tengo las noches y los ratos de lluvia...
De modo que, después de comer, he cogido la bicicleta y la cámara de fotos con la idea de descubrir algunos rincones inexplorados -o no suficientemente recorridos- de Friedrichshain. He comenzado por los tres Nachbarschaftsgärten (jardines vecinales) en torno a la Voigtstrasse. Fue el propio J. quien me los indicó. A llegar al primero de ellos, he descubierto un cartel explicativo. Y me he encontrado con la sorpresa de que, detrás de la iniciativa, hay nada menos que dinero público y, para más "inri", una empresa gestora subcontratada (Stadtbau g.m.B.H.). Si no he entendido mal, esto garantiza en cierto modo que el propietario no va a reclamar de momento el terreno... El cartel hablaba de "los vecinos del Samariter Viertel", e invitaba a la participación de los mismos en un Arbeitsgruppe (grupo de trabajo), supongo que para el mantenimiento del jardín. Conclusión: la administración municipal, que evidentemente ya tendrá su sección de "parques y jardines", delega en la acción voluntaria -el trabajo- de los ciudadanos. Dejándoles, supongo, un cierto margen para la toma de decisiones... ¡siempre que se respeten los principios básicos de la propiedad privada!. En definitiva, todo esto me ha hecho acordarme de R. y de su investigación en Salvador de Bahía. Y de la red de alcantarillado que los propios vecinos han de mantener... ¡He aquí las nuevas tendencias en gestión municipal "participativa"!
El primer jardín estaba relativamente accesible, aunque con la vegetación bastante crecida... y con ciertas evidencias de que allí no actúan los servicios municipales de limpieza. Un chico estaba paseando a su perro... y no he visto que este uso estuviera explícitamente prohibido. En el segundo jardín me he encontrado con una sorpresa interesante: tenía su acceso principal clausurado (la puerta que daba al chaflán), y, justo allí encima, había un enorme anuncio de la inmobiliaria que pone en venta el solar. Dentro había bastantes indicios de que los vecinos habían hecho usos variados del jardín: mesas, bancos, juegos de niños, recipientes y regaderas, algunas flores cultivadas. En la puerta, un cartel prohibía el acceso a los perros, y pedía a los usuarios colaboración en el mantenimiento del espacio. También me he encontrado un panel equivalente al del primer jardín... ¡evidentemente obsoleto, a juzgar por la "iniciativa" de la empresa inmobiliaria! El tercer Nachbarschaftsgarten estaba en estado selvático, con una vegetación espesa que incluía una especie de lianas...
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21 de septiembre

Hoy ha sido un día poco provechoso, fácil de resumir en términos casi colegiales: Me he levantado muy cansada, he cumplido con mis obligaciones escolares (incluido un control bastante insulso) y me he pasado la tarde "ordenando mis papeles", como dice Sabina en "Calle Melancolía". Mis papeles y mis correos, y poco más. Ah, y me he esmerado en la cocina, quizá por primera vez en Berlín, para hacer honor al calabacín que me regaló W.
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20 de septiembre

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Llegué a la Volkhochschule justo a las 20h y, esta vez, subí directa y autosuficientemente hasta el aula 308. La puerta estaba cerrada, aunque en ese momento salía un hombre. Me asomé, y W. me hizo pasar. Me senté entre los demás, y comencé a observar la escena con cierta distancia. Distancia lingüística, eminentemente... Sabía que, en cualquier momento, W. me daría la palabra, de modo que preparé mis papeles y mi botella de agua, que se revelaría bastante imprescindible... Si embargo, todavía transcurrió casi una hora de clase. Aunque quizá aquello no correspondía exactamente a lo que entendemos usualmente por "una clase"... En una mesa, delante de W., había un montón de manzanas y un par de calabacines de aspecto inequívocamente "bio". Me imaginé que provenían de algunas de las experiencias de Selbstversorgung (autoaprovisionamiento, podríamos decir) de las que W. ya me había hablado en nuestro primer encuentro.
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Su charla introductoria me resultó interesante: habló de una "neue Armut" (nueva pobreza) que se da entre personas con formación y en situaciones de paz y de estabilidad política. Sus causas, dijo, no tienen casi nada que ver con las de la pobreza "clásica": la provocan las decisiones de inversión y los procesos de racionalización empresarial. Y pasa, en consecuencia, por las situaciones de desempleo.
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Y, sin duda, una de las conclusiones unánimes fue la inexistencia en España de nada parecido a una Grundsicherung (seguridad básica). Fui recitando los períodos máximos para percibir cada prestación y cada subsidio. Y alguien me preguntó, por ejemplo, qué hacen los jóvenes si quieren estudiar, o durante los primeros tiempos de su emancipación, si todavía no han cotizado y, por tanto, no tienen derecho a prestación. Elemental, querido Watson: esos jóvenes suelen tener padres, y con ellos se quedan, y de ellos dependen, a menudo hasta la treintena. Un "oooh" general recorrió la sala. Algunos asentían con gesto grave...
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19 de septiembre

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Desde el principio, todo el mundo se ha negado a considerar formar coalición junto al PDS. Y estos, como reacción, han optado por decir que prefieren hacer oposición. Lo cual, en el fondo, puede ser demasiado cómodo... Según la profe, el motivo es que los alemanes occidentales, en su mayoría, verían con muy malos ojos cualquier tipo de contacto con los herederos directos del partido que regía la RDA. Y también hay otro aspecto, más triste en mi opinión: la animadversión mutua, a nivel personal, entre Schröder y Lafontaine. De todos modos, el Linkspartei, al asociarse PDS y WASG, han conseguido por primera vez tener representación en el Bundestag, al superar sobradamente el 5% (tienen más de un 8%). Curiosamente, dice la profesora, en toda Alemania Occidental, el PDS sólo consigue diputados directos en el distrito de Berlín-Kreuzberg!!
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Cuando le digo a M. que no entiendo por qué aquí nadie quiere ni oír hablar de pactar con el PDS, reconoce que es una circunstancia muy particular de Alemania. En Francia, afirma, se lleva con más "normalidad" la amplitud y variedad de las opciones políticas (desde troskistas hasta el Frente Nacional), mientras que aquí sólo se da relevancia a unos cuantos partidos que, en el fondo, no son tan diversos.
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16 de septiembre

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Fuimos a cenar a Prenzlauer Berg, el antiguo barrio de S. Quería enseñarme un lugar llamado "Tante Grunilda" donde se cena pagando la voluntad. Llegamos en coche -por primera vez apreciié cómo las distancias berlinesas se acortan en ese medio- y demasiado temprano: el restaurante aún no estaba abierto. Sin embargo, nos dejaron sentarnos en una mesa junto a la puerta. Más tarde nos trasladaron hacia dentro, a una estancia angosta donde sólo había tres mesas mínimas. El lugar era todo él muy peculiar, decorado por acumulación de objetos sorprendentes: muñecas, coches de juguete, peceras, muebles antiguos y muchas velas en recipientes variados. Esa era la única iluminación del local. La cocina no estaba separada del resto ¡y había que atravesarla para llegar a los servicios! El "chef" era un personaje teatral, maquillado y peinado conun moño, que anunciaba el menú -sin opciones para elegir- con un acento extraño que identifiqué como vagamente italiano. Al entrar nos había explicado el funcionamiento nada convencional del establecimiento: antes de sentarse, se espera que cada comensal introduzca una moneda en una hucha con forma de ángel que emite una luz y un sonido. Después de la cena, y en función de su satisfacción, los clientes dejan la cantidad de dinero que decidan en una enorme copa de cristal. Me pregunté, claro, cuál debe de ser la media que paga cada una de las personas que pasan por allí...
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15 de septiembre

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Salí de la entrevista con la sensación de haber encontrado algo interesante.. Aquella mujer era un ejemplo perfecto del tipo de cosas que he venido a buscar: alguien que vive casi sin dinero, aprovisionándose por otras vías. Pero, al mismo tiempo, reconociendo que quizá no todo el mundo puede vivir así. Aunque ella ponía el acento en la "capacidad" (dice que la gente que ha tenido una infancia difícil o con estrecheces no es capaz de renunciar al esquema del trabajo remunerado y el consumo monetario), y por tanto en la agencia, era esta una agencia matizada, confesadamente elitista. Por otro lado, desde el primer momento me pareció reconocer el carisma de F., una especie de fuerza de atracción, de determinación que emanaba de no sé dónde...Caían cuatro gotas y yo tenía la nevera vacía. Me decidí a hacer una incursión en el Bio Company de Rigaer con Voigtstrasse. Era mi primera experiencia en una tienda "bio". A la vez que intentaba identificar los productos que buscaba, traté de caracterizar al público del establecimiento. En general, gente joven pero con aspecto solvente (digamos que por encima de la media de aquellas calles de ambiente tan punk), y alguna pareja mayor con pinta de votar a los Verdes... Me sorprendió la cantidad de productos envasados que había: me había imaginado algo más a granel... Pero ese formato sólo existía para la fruta, la verdura y algunos panes. El resto, mil y una especies de paquetes, latas, frascos y botellas.
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14 de septiembre

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De vuelta a casa, entré en un blucle de oscuridad y melancolía. No conseguía aprovechar la tarde, ni tampoco dedicarme a nada lúdico. Hacia las nueve o las diez, decidí que no me apetecía cocinar, y que además me haría bien salir un momento a comprarme algo de cena. Caminando por la acera, me pareció que aquel ambiente, aquella quietud y aquella negrura, caracterizarían el resto de mis días en Berlín. Tenía presente el comentario de S.: ¡en invierno anochece a las 15h30! Claro que yo me marcharé antes de llegar a esos extremos...
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13 de septiembre

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Cuando estaba ya más allá de mis "conquistas" más lejanas hasta la fecha, advertí un cierto aumento de la proporción de turistas en el paisaje. En efecto, debía de estar cerca de Mitte o del Museo Judío. De algo, en definitiva, que interesaba a más gente de la que vive allí habitualmente. Iba pensando sobre el tema: es como si algunas zonas de la ciudad fueran más "íntimas", en el sentido de que quienes las frecuentan tienen un interés específico por el lugar, se identifican con aquello de un modo u otro: viven allí, llevan a sus hijos a aquella escuela, visitan a un familiar o van camino de su trabajo. Sin embargo, las "grietas" por las que se cuelan (nos colamos) los turistas vienen a convertir esa intimidad en un objeto de contemplación. Aunque también es cierto que, muy probablemente, hay turistas -y no turistas- que son capaces de mirar sólo las piedras e ignorar a quienes viven entre ellas, a no ser que estos vengan a venderles un souvenir o se presten a hacerles una fotografía de grupo.
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Atravesé una zona residencial, en torno a la Martin-Luther-Strasse. Pensé que aquellos pequeños bloques de pisos, pintados de colores, no tenían un aspecto tan diferente de las "Mietkaserne" reformadas y coloridas de Friedrichshain. Me pregunté si, como tantas personas me habían dicho ya, aquella gente que se cruzaba conmigo por la calle seguían siendo ese tipo de "población alternativa" que se había sentido atraída por una ciudad aislada y al mismo tiempo tan libre. ¿Serían también "alternativos" los hijos de los "alternativos" que vinieron? ¿Durante cuánto tiempo continuaría Berlín siendo excepcional, en la realidad y en los discursos que intentan aprehenderla? Realidad y discurso, ¿quedarán en algún momento desfasados? ¿Acaso no podrían estarlo ya a estas alturas, ahora que los "squatters" se han convertido en arrendatarios o en propietarios, y que las subvenciones al Berlín occidental son ya casi cosa del pasado?
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12 de septiembre

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Llegué al aula antes que nadie, con los buenos propósitos del primer día. Poco a poco comenzaron a aparecer los que serían mis compañeros. La profesora, en contra de todo estereotipo, llegó tarde. Descubrí la variedad de nacionalidades que hay en el grupo. Curiosamente, las más numerosas eran las ucranianas... y abundaban las procedencias extraeuropeas. A lo largo de la clase se fueron confirmando mis sospechas: el nivel de gramática era bajo... pero la mayoría de los alumnos hablaban mejor que yo. En apariencia, casi todos llevan en Alemania bastante más de tres semanas...
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Un apunte relevante de cara al consumo: la profesora apuntó en la pizarra la referencia del libro de texto que vamos a utilizar... y nos indicó dos páginas web donde pueden adquirirse libros usados a precios reducidos. Me pareció muy significativo que lo hiciera así en lugar de indicarnos la librería más cercana... ¡Una prueba más del vigor del mercado de segunda mano en estas latitudes!
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11 de septiembre

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Aprovecho para preguntarle a S. por el significado de la palabra "Kiez", que no aparece en el diccionario pero está omnipresente en el paisaje local. Ella lo traduce directamente como "barrio", y, en nuestro caso, lo hace corresponder directamente con Friedrichshain en general, sin subdivisiones. Dice que Berlín está formado por distintos "Kiez" donde la gente tiene un sentimiento de pertenencia, y de donde, a menudo, no es necesario salir demasiado. Como anécdota, nos cuenta que un amigo suyo le dijo que veía poco a otra persona porque "iba mucho a Westdeutschland", refiriéndose a que frecuentaba Schöneberg, un barrio del Oeste de Berlín... Nos habla también de la sociabilidad que se establece espontáneamente en las "Kneipe" (bares, tabernas), donde se puede hablar "de filosofía y de historia" con desconocidos (que son los habituales del lugar). Y también de otro tipo de sociabilidad más pautada, más encasillada, que se produce en la infinidad de asociaciones y grupos donde puede una apuntarse por ser mujer, por ser madre, por ser lesbiana, o por cualquier otra condición. Para S., todo esto son diferencias respecto a las costumbres españolas en el ámbito del ocio. En su discurso adquiere mucha importancia la meteorología, el frío y la falta de luz durante el invierno, que requieren ámbitos de relación más cerrados, pero también un "carácter" alemán, algo relacionado con la cultura, que lleva a las personas a pautar su ocio con mucha antelación. Por ejemplo, dice que se ha acostumbrado a ver reaparecer antiguos amigos en septiembre, cuando la gente organiza sus agendas de cara al nuevo curso y decide a quién verá en cada momento...
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10 de septiembre

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De vuelta en Bernau, nos llama la atención la expectación que hay en torno a la iglesia católica de Sta. María. Dentro distinguimos un oficiante vestido de rojo, y unos jóvenes con ropajes como de monaguillos creciditos. J. aventura que tal vez se trate de una ordenación sacerdotal... Pero no: es una confirmación.A la puerta de la iglesia, una mujer se me acerca y me pregunta varias cosas: si hablo alemán, si soy italiana, si estoy aquí estudiando, si J. es mi novio... Me explica que ella es polaca, pero se apresura a añadir que lleva treinta años en Alemania. Me pregunta también si soy católica (a lo que yo respondo con un "sí" de emergencia...). La mujer parece muy emocionada siguiendo la ceremonia desde la calle, al igual que hace un puñado de personas. De pronto, veo que busca en su monedero y me entrega una estampita de la Virgen que, según dice, va a protegerme. Se interesa por los santuarios marianos que hay en España... Pero, mientras intento responderle con algunos ejemplos, salen los "confirmados" a la puerta de la iglesia. Comienza una sesión de fotos con el obispo -según le indican a J.- y otros adultos que identifico como los catequistas. Dos de los jóvenes, un chico y una chica, llevan la vestimenta que antes me ha recordado a la de los monaguillos, pero esta es blanca y negra en lugar de blanca y roja. El resto, chavales de quince y dieciséis años según me informa la señora, llevan simplemente ropa elegante. Al parecer, uno de ellos, de blanco inmaculado, es de origen polaco, hijo de una amiga de mi interlocutora, quien, de repente y con mucho sigilo, desaparece de mi lado. Me vuelvo y la veo alejarse por la calle. Tengo la estampa en la mano...
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9 de septiembre

La mañana de hoy ha comenzado con lo que ya se está convirtiendo en una rutina agradable: el desayuno en la Bäckerei (panadería), sentados en la acera, siguiendo con la mirada las trayectorias matutinas de los berlineses. Como siempre, trajín de bicicletas, y gente entrando y saliendo a por un "coffee to go", o "Kaffee zum mitnehmen". Un coche ha parado justo delante de nosotros, y me ha hecho pensar en las dificultades de aparcamiento en Barcelona en los días laborables. Era el panadero, que llegaba cargado de los ingredientes para los bocadillos del mediodía... ¿Cómo valorar la calidad de vida que le aporta poder dejar el coche cargado justo delante de la panadería? Es curioso, seguro que ni él es consciente, ni lo son tampoco los barceloneses que aceptan con resignación la cruz del tráfico cotidiano, como si este fuera inevitable por el hecho de vivir en una gran ciudad... Está claro: la cuestión no es el tamaño de la ciudad (Berlín es mucho mayor que Barcelona) sino su densidad... Y, claro, la calidad del transporte público, y la posibilidad de ir tranquilamente en bicicleta...

8 de septiembre

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Cojo el S-Bahn en Ostkreuz, y muerdo el anzuelo de un hombre que me ofrece un billete "ganz neu" (totalmente nuevo). Luego veo que es más barato de lo normal, y sospecho que es del año pasado... Así que mejor que no me pille ninguno de esos revisores camuflados de chico con mochila o de señora respetable.
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J. me ha aclarado un poco el funcionamiento de las elecciones que vienen: cada elector emite dos votos. La "erste Stimme" (primer voto) es para un candidato concreto, territorial, que aquí en Berlín corresponde al distrito. Y la "zweite Stimme" (segundo voto) es para un partido en general. De modo que, si alguien vota por ejemplo CDU (los democristianos) en un barrio con mayoría de izquierdas, su voto no se diluye porque siempre le queda la "zweite Stimme" para votar directamente a Angela Merkel.

7 de septiembre

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Después de recorrer, algo perdida, una zona ajardinada donde se alternaban las casitas con pequeños bloques de pisos, en torno a la estación de Marienfelde, llegué a un campus que tenía aspecto de estar aún en construcción. Como siempre, la consiguiente sensación de soledad y de calma en torno a los edificios universitarios. En cualquier situación, en cualquiera de las ciudades que he visitado en mi vida, también en Barcelona, la universidad me da una sensación de oasis, de un lugar donde se valoran cosas que yo valoro, y donde la vida, en apariencia, es un poco más fácil: hay servicios, restaurantes, jardines... y bibliotecas. Precisamente esa sensación tenía yo ayer: me dirigía a un sitio, a una actividad, que iba a resultarme agradablemente familiar... Las sensaciones agradables se hicieron esperar un poco, porque no acerté a la primera con la biblioteca correcta. Pero, por fin, lo logré: el trabajo de Gerometta estaba en mis manos, con la condición de que no se podía sacar en préstamo...
Me lo llevé a una mesa vacía, y allí estuve leyendo a ritmo de tortuga, diccionario en ristre, durante las siguientes seir horas. Sólo, de vez en cuando, un vistazo a mi alrededor para constatar, por ejemplo, que los estudiantes alemanes no respetan el pacto de silencio en las bibliotecas. Claro que, con tan poca densidad de población, las molestias eran mínimas.

6 de septiembre

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Una reflexión intempestiva: De bajada hacia casa, he pasado con la bici por delante del "Pfinder". El camarero me ha reconocido y me ha saludado. Supongo que esto es un ejemplo de cómo el tiempo de la investigación ha de adecuarse al tiempo social. En otras palabras: si voy al "Pfinder" varias veces y logro entablar unas cuantas conversaciones con él, es posible que se convierta en un buen informante por una vía "natural". Sin embargo, todas esas personas que participan en proyectos concretos y a las que he enviado un email será más difícil que sientan alguna inclinación por echarme una mano con el trabajo de campo. Pero, claro, en el segundo caso habrá primado la honestidad, porque habré empezado por hacer explícita la motivación que me lleva hasta ellas...

5 de septiembre

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Por la tarde, nos encontramos con A., L. y la pequeña en el "Pfinder", un bar entre original y canalla cuya especialidad es la absenta, y que además parece ejercer de sucursal permanente del Flohmarkt de los domingos: en la terraza, en varias butacas, se exponen objetos variados (ositos de peluche, botas militares). No me queda claro si se venden, se cambian o se regalan... Además, en el bar se hacen proyecciones de cine porno de los años 20. Las sesiones son gratuitas, pero, como advierte el cartel, la bebida se paga... Los parroquianos parecen fieles al establecimiento y amigos del camarero. Y, desde luego, su aspecto es excéntrico. Cuando entro a pedir la bebida, me dan a elegir entre un arsenal de cervezas "bio". También hacen tostadas baratísimas, y regalan una pastilla de chocolate a todo el mundo.

4 de septiembre

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El siguiente punto de interés era el "Flohmarkt" (literalmente, "marché aux puces") de la Boxi. Pertrechada con la cámara de fotos, recorrí los puestos y fui añadiendo impresiones a las de la semana anterior. Esta vez, la "atracción" musical del mercado era un titiritero cuyas marionetas imitaban con mucha gracia a Jimi Hendrix, a Bob Marley y a otros artistas que no supe identificar.Entre los puestos del mercado distinguí uno regentado por unas niñas que revendían cuentos y juguetes. Descubrí también que, al pie de algunas mesas, había cajas con objetos "zum verschenken" ("para regalar").
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Al cenar con D. en casa de A. y L. me enteré de lo que son las "free box": estanterías situadas en varios puntos de la Rigaerstrasse, en el Sama Café y en los Hausprojekte, donde la gente deja la ropa que le sobra y coge lo que necesita. A. y L. han conseguido así buena parte de la ropa de su hija.
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3 de septiembre

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Por la mañana, una breve escapada al "supermercado" más cercano: un SPAR de aspecto poco próspero que nunca hasta entonces había encontrado abierto. Un lugar que me hizo pensar, salvando las distancias, en lo leído sobre la escasez de bienes de consumo en la RDA: estanterías semivacías, apenas dos artículos de cada tipo, y una suerte de dejadez en la actitud de la única trabajadora: la cajera.
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En este día semigris, Kreuzberg, el largo camino de la Skalitzerstrasse, se me antoja más inhóspito que la otra vez. En general no encuentro mucha vida, aunque, eso sí, por aquí y por allá callejean grupos pequeños de niños turcos (dos, tres a lo sumo, casi nunca con niñas), entretenidos en juegos o en alguna trastada.
(...)
Al pasar por Kotbusser Tor me llama la atención una especie de centro comercial al aire libre, burdamente construido en medio de una plaza, de tal modo que ahoga las ventanas de los bloques de pisos que hay todo alrededor. En el estrecho pasillo que queda entre lo uno y lo otro, observo una multitud de bares y restaurantes mayoritariamente turcos. Entre el público, bastante abundante, no faltan chicas y mujeres jóvenes con vestimentas más o menos tradicionales, o quizá reinventadas, pero, en todo caso, a menudo con la cabeza cubierta. Justo al lado, examino el tablón de anuncios de unas oficinas del distrito, y descubro que casi todo aparece en versión bilingüe, alemán y turco.

2 de septiembre

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Recorro la Boxhagenerstrasse hasta el final. Hace días que tenía ganas de recorrer este trozo a pie y con calma. En la Warschauerstrasse, que baja hasta el río, hay muchos comercios y restaurantes. Por un momento me imagino Berlín con muro, el momento de su caída, y una marabuta metafórica de mercado capitalista, de vendedores y compradores eufóricos, cruzando el Oberbaumsbrücke y colonizando la primera calle que encuentran: la Warschauerstrasse... La marabunta, sin embargo, pasa de largo de las calles laterales, ansiosa por avanzar rápidamente hacia el Este. Y así quedaron olvidados solares, calles residenciales y no-man's-land como la fábrica ocupada que es ahora el Raw-Tempel, en la Revalerstrasse. El capitalismo y el mercado sólo se interesaron por las calles principales, aquellas por las que pasaban metros, autobuses y tranvías. Al menos en apariencia...
(...)

1 de septiembre

(... )
Pero ha tenido su encanto estar a esas horas a la intemperie... He visto despertar el barrio, los currantes con sus petos desayunando en la Bäckerei de Rigaer 12 y montándose a continuación en la furgo; las niñas, de camino al cole con chancletas y minifalda (¡y yo con dos jerséis!). Todavía ni rastro de esa placidez que monopoliza las aceras de Friedrichshain en estos últimos días de verano...
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Desde el autobús, una escena muy fotogénica: la terraza de un restaurante en esa zona de casitas con jardín. Una camarera trajinando entre dos mesas. En torno a una, tres señores muy elegantes, en mangas de camisa blanca impoluta, inclinados sobre sus platos respectivos y comiendo con fruición. En otra mesa, dos o tres trabajadores "de cuello azul", o, mejor dicho, de peto azul (según veo por todas partes en Berlín), paladeando una cerveza y recostados sobre el respaldo de la silla. ¿Dos ritmos distintos? ¿Dos estéticas? ¿Dos determinaciones de la estructura social?
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Misión cumplida. Las tres de la tarde, calor y mucho hambre. Fracaso en mi búsqueda de la "Mensa 1" y acabo claudicando ante una máquina de chocolatinas de la Facultad de Derecho, el único edificio con aspecto de estar habitado... En efecto, como digo, el campus transmite esa soledad bucólica de las universidades noreuropeas... Pero, a la vuelta, la parada de autobús está más concurrida. El corte del metro produce un efecto de concentración de los cuerpos que, de otro modo, estarían desparramados por toda la longitud de un andén... Y, dentro del autobús, el calor es agobiante. Llegamos por fin a la plaza desangelada donde ya funciona el metro. Como unas patatas fritas mientras observo la prisa de la gente y me digo: "estás en Berlín Oeste". Y sigo pensando en ello mientras miro el panorama desde la ventanilla del S-Bahn, rodeada de unos chicos que vuelven de trabajar. Pasamos de Neuköln a Treptower Park. En medio, en torno a la Sonnenallee, hay una zona bastante selvática que da testimonio de que por allí pasaba el muro...
De vuelta en terreno conocido, Frankfurter Allee y la calma en torno a mi casa. Por primera vez, sin embargo, escojo acercarme por la Finowstrasse, y, por primera vez, veo cómo me ven aquellos a los que miro desde ese puesto de vigía que tengo montado en la ventana...

31 de agosto

(...)
Aproveché la amabilidad y las ganas de hablar de la profesora, y le expliqué (así me entrenaba) el tema de mi trabajo. Pareció interesada, subrayó -como todo el mundo- la originialidad de las formas de vida berlinesas... ¡y resultó que había vivido en Friedrichshain nada más caer el muro! Me explicó que, en torno a su casa, no había más comercio que una taberna (Kneipe) donde los vecinos se reunían a tomar cerveza... Las casas estaban en pésimas condiciones pero, dijo, ahora todo ha cambiado bastante.
(...)
A la vuelta de Kreuzberg, una pequeña experiencia de autoaprovisionamiento no mercantil: puse por fin remedio a la baja presión de las ruedas de la bici. Seguí a un ciclista con pinta de experimentado que, delante de mí, entró en una gasolinera. Y observé cómo cogía un aparato enorme con un manómetro y unas teclas con un "+" y un "-". Lo imité, y me fui sin preocuparme de más, comoo quien se va sin pagar el perejil en la carnicería, las bolsas de plástico en el súper, el vaso de agua del grifo en un bar...
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30 de agosto

(...) Emprendí el camino en bicicleta y fui aprovechandp para hacer fotos de la Karl Marx Allee y de Alexanderplatz. En un mercado, delate de la Rotes Rathaus, me hice con una constitución de la RDA por el precio irrisorio de 0,80 euros... ¡realmente se cotiza poco la literatura oriental anterior al 89! Más tarde vería un montón de revistas de historia, de economía y de urbanismo.
Ya en Unter den Linden, seguí cayendo en tentaciones "bibliófilas": una guía turística de Berlín Este en los años 70 (¡por fin un mapa con el muro bien delimitado!) que incluía una introducción histórica "oficial"... Y un libro en el que unas sociólogas y teóricas culturales (luego supe que esto último no corresponde exactamente a los "cultural studies") reúnen los relatos autobiográficos de varias mujeres berlinesas (del Este) durante el otoño de 1989. El resumen de la contraportada no puede empezar mejor: algo así como "los cambios en las estructuras se traducen en cambios en la vida cotidiana de la gente...".
Continúo por la ruta turística de Mitte en dirección al Tiergarten, parándome a ratos en los puestos de postales, que dan, en ocasiones, algunas pistas... Junto con una enorme mayoría con postales "kitsch" y de fotografías y grabados del Berlín de inicios de siglo o destruido por la Segunda Guerra Mundial, encuentro otras de estética más actual, en las que ya no aparece ni rastro del muro, sustituido por los grandes edificios que se han construido en los últimos años. Y, más raramente, postales "alternativas" que, con pretensiones "underground", retratan punkies, casas ocupadas, Trabant de colores y patios traseros destartalados. Y el muro, o lo que queda de él, en todas sus versiones: con y sin soldados soviéticos.
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29 de agosto

¡Por fin escribo sobre el día en que escribo! Claro que hoy no va a ser muy sustancioso... Finalmente ha ocurrido lo que era de esperar que ocurriera: una mañana perdida y una tarde apenas enderezada...
Era lunes de mañana y me han flaqueado las fuerzas. En lugar de poner solución al dolor de cabeza con el que me había despertado, he comenzado por mirar el correo. Me he encontrado con un mail de U. lleno de links y con el ofrecimiento de intentar contactar con algún usuario de su web (www.alles-und-umsonst.de). L he dado las gracias y le he propuesto un texto para colgar pidiendo colaboradores...
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Mirando los folletos que he cogido en la Biblioteca del distrito, me sorprendo mucho al descubrir que no es del todo gratuita... ¡por fin un punto para los servicios públicos barceloneses!
(...)
De vuelta a casa, decido quedarme a escribir en el césped de la Boxie. Hay niños desnudos chapoteando en cada fuente y en cada charcol Y una multitud de gente en torno a la treintena tomando el sol... Gente sola leyendo, gente en grupo bebiendo... Fuera del vallado central, los incondicionales de la plaza: jóvenes negros de orígenes aparentemente diversos, bebiendo y comunicándose a gritos con una mezcla de alemán, inglés y francés: "oh, mon frère...!"

28 de agosto

El domingo se presentó veraniego a la manera berlinesa. Desde mi habitación se oía música en la calle desde bastante temprano: había mercado en Boxhagenerplatz. De modo que ese era mi plan dominical.
La plaza estaba de lo más concurrida. Había puestos alineados a los cuatro lados del césped central... unos más elaborados que otros. Algunos estaban directamente en el suelo, y vi incluso gente que llevaba colgando del cuerpo toda la mercancía, lo que les permitía ir cambiando de lugar... La relativa confusión de vendedores y compradores, y el amontonamiento de las cosas en ciertos puntos, hacía casi inaccesibles algunos puestos. Mal asunto, desde el punto de vista del marketing...
Entre los vendedores me pareció distinguir familias turcas (especializadas en aparatos electrónicos, sobre todo), gente mayor con un aspecto muy "Ossie" vendiendo trastos y libros viejos (obras completas de Lenin, fotografías familiares...), pero también jóvenes con ganas de hacer sitio en el ropero o en las estanterías. Había también algunos artistas y artesanos (dónde está la frontera?) vendiendo sus obras, y varios puestos más "de diseño" ofreciendo productos de marca: relojes, camisetas, pendientes, etc.
Era, en definitiva, un mercado de los que requieren mirar con detenimiento y regatear el precio. Como complemento, en el extremo de la plaza, había un músico con habilidades diversas que iba combinando sonidos con un "sampler" y que había logrado reunir un público numeroso y bastante entregado que, sentado en el suelo, lo escuchaba sin pestañear.
Pensándolo ahora, me resulta curioso no recordar haber visto ni un solo puesto ambulante de comida. Los restaurantes y restaurantillos de la plaza, eso sí, estaban llenos de público. Con A., L. y P. nos aprovisionamos en uno de ellos y comimos en un banco algo resguardado que parecía el lugar idóneo para que los bebés mamaran en comunidad. Los columpios y las zonas de arena estaban atestadas de niños, y el césped de gente joven...

27 de agosto

(...)
Pongo rumbo a la Oststrand, donde he quedado con S. y D. De entrada me da la sensación de algo más cerrado y exclusivo: se accede por una puerta en el mismísimo muro (en la East Side Gallery), y hay un segurata que controla el contenido de la mochila de un chico que entra delante de mí. No sé si hay que pagar entrada. Por fin me decido a asomarme, y me encuentro con arena de playa, música latina (la fiesta reggaeton parece haber acabado) y mucha gente en hamacas y en mesas. Hay algunas familias que parecen caribeñas, con niños bastante pequeños bailando por allí.
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Le explico a S. mi barbacoa en Treptow, y me dice que la próxima vez me fije en el monumento soviético que hay en el centro del parque. También le cuento lo de la manifestación en Rigaerstrasse, y me dice que hay una cada semana... Lo dice con cierto aburrimiento. Cuando le digo que estuve por los bares de la Rigaerstrasse, me pregunta si A. y L. se llevan bien con los punkies... ¡y yo le respondo que ellos son más bien punkies!
Hablamos otra vez de la "naiveté" de la relación que los alemanes tienen con el Estado: si te declaras de alguna religión, tienes que pagar 150 euros mensuales a la iglesia en cuestión, mientras que, si no, no pagas nada. ¡ A ella le han mandado hace poco una carta diciéndole que no les consta su confesión! Evidentemente, ha contestado a todo que no.
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26 de agosto

(...)
De camino hacia casa me perdí por barrios no tan céntricos, con grandes espacios abiertos y bloques de casas enormes. Supongo que era lo que me había dicho S.: bloques socialistas que en su día eran la opción cómoda frente a las incomodidades de las vivendas del centro... Pasé por una especie de supermercado ruso, con el rótulo sólo en cirílico. Delante había un señor y un chico cocinando algo en un puestecillo... ¡y ni un alma en kilómetros a la redonda!
También, ya en Friedrichshain, pasé por una tienda llamada "Der Vorwende Laden" ("la tienda de antes de la caída del muro"). En el escaparate había todo tipo de objetos con pinta simplemente de antiguos. Supongo que a un antiguo habitante de la RDA todo aquello debía resultarle familiar, pero a mí no mucho: libros, vajilla y poco más...
(...)

25 de agosto

Ha llovido casi todo el día. Pasaban las horas y veía que tendría que decidirme a salir igualmente (...).
En casa a las 17h, había luz de anochecer. Fuera llovía, aunque menos. Miraba por la ventana e iba pensando en lo joven que parecía la gente que pasaba. Así que me he decidido por una prueba "empírica": he calculado la edad que tenía toda una muestra de 57 viandantes. La media ha salido bajísima: 28'70 años! Han pasado muchos niños, desde luego... pero es que, además, la mayoría de los adultos estaban en torno a la treintena!(...)A. y L. me han recibido con la niña a punto para el baño. A. tiene dos años de permiso maternal remunerado (podía elegir cobrar más durante un solo año, pero ha optado por estar más con la niña). L. trabaja y vuelve cada día sobre las 19h. Me cuentan que están usando muchos servicios en relación con la niña: la llevan a nadar, a masajes, a jugar con otros bebés de su edad... A. está usando mucho el asesoramiento que le dan en un Frauenzentrum. Se sienten muy protegidos por el Estado, que les da un Kindergeld cada mes. Como no necesitan el dinero, lo van metiendo en una cuenta que la niña abrirá cuando llegue alos 18 años. Han solicitado también ayudas para la vivienda (Wohngeld) y para la educación (Erziehungsgeld). Para ellos es una situación paradójica: con el sueldo de L. ya vivirían, pero además tienen muchos otros recursos. Lo mismo en cuanto a médicos y a sitios donde pedir ayuda en caso de necesidad.

24 de agosto

Hoy era el día del despertar peligroso, cuando cuesta acordarse de lo que una ha venido a hacer aquí. La invitación de S. a desayunar, no sé si intencionadamente, me ha ayudado a sortear esos peligros porque me fijaba objetivos matutinos: comprar panecillos y presentarme a las 9h en su casa con el ordenador. De nuevo hemos tenido una conversación muy agradable que, en el recuerdo, se me mezcla con la de la tarde anterior. Me ha hablado, hemos hablado, sobre el lujo de espacio y de silencio con el que se vive en Berlín, en comparación con las grandes ciudades españolas
(...)
He dedicado el resto del día a dar un larguísimo paseo por la ciudad. He comenzado subiendo desde casa a la Frankfurter Allee, donde me ha sorprendido bastante la actividad y la abundancia de tiendas y restaurantes. La Karl Marx Allee ya se parece más a la imagen que me había quedado de las grandes avenidas del Este en mi primera visita a Berlín. Me he fijado en los enormes edificios, los "palacios del pueblo" o "palacios de los trabajadores", en los enormes locales comerciales, a menudo vacíos, en los pasajes que dan acceso a las calles laterales, arboladas y sombrías, con muchos coches aparcados y paradas de autobús. Es como si la vida se desarrollara en realidad al otro lado de los edificios.
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Bajo hacia la Potsdamerplatz y me encuentro con el memorial del Holocausto, inaugurado hace poco, sobre el que han corrido ríos de tinta. Me paso un rato decidiendo si me gusta o no me gusta. Este tipo de cosas siempre suscitan polémicas más bien estériles, creo yo. Es un solar enorme, de esos que aún abundan en Mitte, lleno de prismas de distintas alguras que forman una especie de entramado. Tienen más o menos el tamaño de una tumba. Observo que, como es tan reciente, no todos los turistas estaban prevenidos. Unos franceses comentan que aquello en su guía no aparece. De hecho, no encuentro ningún cartel que explique lo que es aquello: únicamente hay una placa que anuncia todo lo que no se puede hacer en el lugar: entrar con perros, ir en bici, gritar, subirse a los pilones (cosa que no todo el mundo cumple), beber alcohol, tocar instrumentos... También hay un vigilante de seguridad que de vez en cuando llama la atención a alguien. Es relativamente fácil ir saltando de pilón en pilón, que son más altos conforme se acerca uno al centro del lugar, y ganar una altura considerable. Esta idea se le ocurre de vez en cuando a alguien, y enseguida surgen imitadores. Otros ratos nadie lo hace. (...)

23 de agosto

La suerte está echada: estoy en Berlín. Hoy era el día en el que tanto había pensado. Con detalles, p. ej., como los mails de amigos que me han llegado justo a tiempo para animarme a emprender la aventura. Ha sido un día de cargar peso y coger transportes. Cada tren, cada metro, el avión... todo eran pequeños objetivos que ir cumpliendo, preocupaciones parciales (y pequeñitas) que calmaban un poco la preocupación más grande: y ahora, ¿qué?Puntos fuertes con los que afronto el trabajo de campo: la gente con la que he contactado, en general, está colaborando. El ejemplo estrella es el de hoy: S., amiga de E., tenía finalmente las llaves de mi casa. Así que he ido a su casa a recogerlas y, sin comerlo ni beberlo, me he encontrado haciendo una entrevista preliminar a una habitante del barrio (...)

condiciones adecuadas para el trabajo etnográfico

"...Poco después de haberme instalado en Omarakana (islas Trobriand), empecé a tomar parte, de alguna manera, en la vida del poblado, a esperar con impaciencia los acontecimientos importantes o las festividades, a tomarme interés personal por los chismes y por el desenvolvimiento de los pequeños incidentes pueblerinos; cada mañana, al despertar, el día se me presentaba más o menos como para un indígena. Cuando salía de la mosquitera, encontraba a mi alrededor la vida del pueblo que se ponía en marcha, o bien a la gente ya muy avanzada en sus trabajos diarios, según la hora y según fuese la estación en que comenzaban las labores tarde o aquella en que las comenzaban temprano, con arreglo a la prisa que corría el trabajo. En mis paseos matinales por el poblado podía ver detalles íntimos de la vida familiar, del aseo, de la cocina y de las comidas; podía ver los preparativos para el trabajo del día, a la gente emprendiendo sus diligencias, o a grupos de hombre[s] y mujeres ocupados en tareas artesanales. Las peleas, las bromas, las escenas familiares, los sucesos en general triviales y a veces dramáticos, pero siempre significativos, formaban parte de la atmósfera de mi vida diaria tanto como de la suya. Debe tenerse en cuenta que los indígenas, al verme constantemente todos los días, dejaron de interesarse, alarmarse o autocontrolarse por mi presencia, a la vez que yo dejé de ser un elemento disturbador de la vida tribal que me proponía estudiar, la cual se había alterado con mi primera aproximación, como siempre ocurre en las comunidades primitivas cuando llega alguien nuevo. De hecho, como sabían que estaba dispuesto a meter las narices en todo, incluso allí donde un indígena bien educado no osaría hacerlo, acabaron por considerarme como parte integrante de la vida, una molestia o mal necesario, con el atenuante de las reparticiones de tabaco".

Bronislaw Malinowski (1922). Los argonautas del Pacífico occidental.
Ed. Península, p.47-48

"nasba"

"...Le patrimoine de la famille ou de la lignée comprend non seulement la terre et les instruments de production mais aussi la parentèle et la clientèle, la nasba, qu'il s'agit de conserver intactes et d'entretenir régulièrement, héritage d'engagements et de dettes d'honneur, capital social de relations, impliquant des droits et des devoirs, qui, accumulé au cours de générations successives, est une force d'appoint susceptible d'être mobilisée lorsque des situations extra-ordinaires viennent rompre la routine quotidienne..."

Pierre Bourdieu (2000), Esquisse d'une théorie de la pratique, p.363

le capital social

"Le capital social est l'ensemble des ressources actuelles ou potentielles qui sont liées à la possession d'un réseau durable de relations plus ou moins institutionnalisées d'interconnaissance et d'interreconnaissance; ou, en d'autres termes, à l'appartenance à un groupe, comme ensemble d'agents qui ne sont pas seulement dotés de propriétés communes (susceptibles d'être perçues par l'observateur, par les autres ou par eux-mêmes) mais sont aussi unis par des liaisons permanentes et utiles."

Pierre Bourdieu (1980): "Le capital social. Notes provisoires"
Actes de la Recherche en Sciences Sociales 31

"blat"

"Consumer goods that were scarce and difficult to obtain in the Soviet era have become readily available to urban Russians with enough cash in hand. As a result, social networking activities that were key to the fulfillment fo individuals' and families' consumer needs and desires have become largely obsolete, especially those referred to colloquially in Russian as blat: roughly, the use of social connections to obtain commodities, services or other privileges. In the postsocialist market environment, by contrast, cash -rather than contacts- is the asset most needed in order to gain access to goods and thus to maintain standars of living perceived as decent, repectable, and desirable. At the same time, certain forms of gift-giving as well as reciprocal exchanges of 'favors of access' (Ledeneva, 1998) continue to be integral to the conduct of everyday social life, characterizing friendly interpresonal relations as well as some institutional and private arenas where privileged access and variable qualities of service are at stake."

Jennifer Patico (2002). Chocolate and Cognac: Gifts and the Recognition of Social Worlds in Post-Soviet Russia. Ethnos 67(3), p.346.

objects

"Objects are not things that spring into existence unbidden or, manna-life, fall out of the sky for us to pick up and parade up and down with in front of some anonymous mass, or even contemplate in isolation. Instead, objects exist concretely in practical relations with concrete individuals. We make objects in the workplace, buy them in the shop and take them home to our families (...). The workplace, shop and household, like the people and objects within them, exist in public structures but are not reducible to those structures. These concrete settings and our experiences and personal relationships within affect our experiences with objects and the ways we understand them."

James G. Carrier (1995, p.7). Gifts and Commodities. Exchange and Western Capitalism since 1700.

teleological thinking

"The collapse of state socialism throughout Central and Eastern Europe in 1989 and the dissolution of the Soviet Union in 1991 are among the most significant major historical transformations, ending the Cold War division of the world and changing the political map of the globe. In many academic studies as well as popular portrayals, this "great transformation" has been described in a discourse of capitalist "triumphalism" that entails a certain linear, teleological thinking in relation to the direction of change: from socialism or dictatorship to liberal democracy, from a plan to a market economy. Not only does this perspective reproduce Cold War binaries and structural oppositions, but it also assumes a particular trajectory of change. The electoral success of former communists in several postsocialist states, the escalating unemployment rates throughout the region, the difficulties in establishing new businesses for many would-be entrepreneurs, the return to a barter (indeed, mafia) economy in the most economically devastated areas, and the slow improvement in most countries' gross national products are but a few examples of the uncertain outcome and ongoing nature of postsocialist transitions tha reflect the inadequacy of teleological thinking."

Daphne Berdahl (2000). Altering States. Ethnographies of Transition in Eastern Europe and the Former Soviet Union.

"sociedad de consumo"

<<¿Qué enigma esconde el hecho de que la expresión "sociedad de consumo", en otro tiempo punta de lanza de una escuela de sociología interesada en describir lo que tantas veces se ha considerado como la fase "superior" del capitalismo, y emblema correlativo de la crítica social y política contra la misma, haya perdido hoy su efectividad, convertida en una trivialidad en cuanto descripción y en un discurso rancio y sin mordiente en cuanto a sus pretensiones críticas? En el fondo, las razones por las cuales se ha derivado semejante "despotenciación" del artilugio crítico-descriptivo, al cual no han conseguido devolverle el vigor los intentos de rebautizarle con otros rótulos, no pueden hacer mención sino al éxito incuestionable del dispositivo mismo, tanto más eficaz cuanto menos sentido como imposición>>.

José Luis Pardo, Babelia, 31/V/2003

consumption and affluence

"Such a focus on the consumption associated with affluence is remarkably blinkered, not only for its neglect of those who live on the margins of advanced capitalist societies, but also more strikingly for those in the Third World for whom consumption remains a matter of life or death..."

Ben Fine, The World of Consumption (1993, p.62)

escasez de medios y elección

"Las dos raíces del significado 'económico' forman dos mundos: el significado formal no puede de ninguna manera sustituir al substantivo. Lo 'económico' (barato) o 'economizar' (ahorrar) se refiere a la elección entre usos alternativos de medios insuficientes. El significado substativo, por otra parte, no implica elección ni insuficiencia. Los medios de sustento del hombre pueden, o no, implicar la necesidad de elección. La costumbre y la tradición, por lo general, eliminan la opción, y si la hubiera, ésta no tendría por qué estar provocada por los efectos limitadores de ninguna 'escasez' de medios. Algunas de las condiciones naturales y sociales más importantes de la vida, como la disponibilidad de aire y agua o la entrega amorosa de una madre a su hijo, por lo general no son tan limitantes. La convicción que actúa en un caso difiere de la del otro, como la fuerza de la gravedad contrasta con el poder del silogismo, porque en el primer caso rigen las leyes de la naturaleza, y en el segundo las de la mente."

K. Polanyi (1977). El sustento del hombre.

una antibiografía

"Una persona puede ser desconocida como tal por múltiples razones. Pero alguien com Eliza Kendall lo fue principalmente por sus condiciones sociales, condiciones que la abocaron a su desconocimiento como persona y a su consumo como utensilio. Ese desconocimiento actuó de margen, remordimiento, inspiración y presentimiento personal para toda una cultura crítica e idealista. La construcción del desconocimiento de personas concretas como Eliza Kendall constituye una clave de la historia cultural occidental contemporánea. Y aunque desde una perspectiva esa construcción sea una tarea negativa, desde otra -aceptando el interés de la antibiografía- es el esfuerzo más notable que una cultura realiza para manifestar de alguna manera lo que su propia destructividad le impide mantener con vida."

Ignasi Terradas (1992). Eliza Kendall. Reflexiones sobre una antibiografía, p.18

terrorismos?

One man’s terrorist is another man’s freedom fighter.

(I. Duyvesteyn )

The term applies only to terrorism against us, not the terrorism we carry out against them.

(N. Chomsky)

Terrorism is what the other person does.

(V. Ruggiero )

… En el inicio del s. XXI, el Mal parece estar de vuelta. El creciente miedo al terrorismo ha facilitado la reintegración del Mal moral en el lenguaje de la política.

(J. Dillinger)

elogio de la antropología

"Lo que son las cosas. De un lado, las instituciones halagan a la antropología encarnada en uno de sus más célebres cultivadores. Del otro, un orden académico que tiende a despreciar las opciones menos rendibles como parte de la universidad-negocio o menos aprovechables para las exigencias de un mercado laboral que se alimenta de astucia, eficacia y obediencia, pero no reflexión ni profundidad. Total, ¿qué puede aportar la antropología? ¿Qué ha aportado Lévi-Strauss en sus libros y en sus clases? Sólo rigor y seriedad en el análisis del contacto entre culturas o religiones, voluntad de restituir la complejidad de los fenómenos sociales, virtudes tan necesarias hoy en día, cuando los problemas que llevan décadas preocupando a Lévi-Strauss y a los antropólogos cobran más intensidad y se nos muestran más cercanos.
No se puede decir que ese tipo de habilidades tenga demasiada salida en los tiempos que corren. ¿Qué puede esperarse de ese empleo que requiere tenacidad y paciencia en el trabajo de campo, artesanía en las descripciones, escrúpulo en los análisis y prudencia en las conclusiones? ¿Cómo puede competir en un terreno copado por la trivialidad, por los juicios precipitados, el vértigo de la última noticia, el espectáculo fácil, las sentencias de intelectuales serviles? ¿Qué puede aportar esa extraña disciplina que escribe a mano sobre la vida que transcurre ante sus ojos?
¿Qué lugar le espera luego del triunfo final del pensamiento todo-a-cien?"...

Elogio a la antropología. Manuel Delgado, EL PAÍS, 4/04/05

un bien puissant remord

On a dit parfois que la société occidentale était la seule à avoir produit des ethnographes; que c’était là sa grandeur et, à défaut des autres supériorités que ceux-ci lui contestent, la seule qui les oblige à s’incliner devant elle puisque, sans elle, ils n’existeraient pas. On pourrait bien prétendre le contraire: si l’Occident a produit des ethnographes, c’est qu’un bien puissant remords devait le tourmenter... [Claude Lévi-Strauss, "Tristes tropiques" (1955)]

mujer del tren rumano

- mujer, 73 años
- padre vivo de más de 90 años, vive solo en su pueblo de origen
- pasa largas temporadas con su padre, visita a la hija en Bucarest, va a casa sólo cada tres meses para pagar facturas
- padre sacerdote ortodoxo, estuvo en la cárcel y luego salió y pudo trabajar
- hijo ingeniero trabajando en Arabia. estaba en paro y lo llamaron para irse, le queda un año de contrato
- hija y nieto en Bucarest
- nieto estudiante, lo crió la abuela cuando la madre estudiaba, le gustaba mucho leer. ahora no le muestra agradecimiento, pero ella tampoco lo espera
- coche, aparcado en un garaje, ningún familiar lo quiere, la gasolina es cara
- estudios universitarios: algo relacionado con petróleo
- viuda del director de la refinería, jefa de un laboratorio
- vive dentro de la fábrica
- privatización: paga alquiler a un propietario q está en la cárcel por corrupción
- interesada por literatura, teatro, música. nos pregunta por la Antropología, se ha fijado en el título del libro q estoy leyendo ("teoría de la clase ociosa")
- durante el comunismo, poca información del exterior: "doctor zhivago", libro prohibido, circulaba entre sus amigos. se turnaban: dos noches cada uno para leerlo
- miembro del partido: convicción pero también ventajas para sus trabajadores
- trabajo intelectual y de laboratorio. disponibilidad 24h en la refinería
- desacuerdo con procesos de privatización: se ha enriquecido gente sin cultura, aumento de desigualdades
- los rumanos eran felices bajo Ceaucescu, la rebelión vino de fuera (conspiración francomasónica?)
- ahora se da cuenta de q tenían miedo: episodio de las canciones prohibidas durante un viaje en coche
- no ha salido de Rumanía. le gustaría haber conocido Egipto, Grecia y los castillos del Loira
- durante el comunismo, vacaciones con los niños en Constanza. pasaban gran parte de las vacaciones en el viaje, tb visitando a su padre
- educación cuidada: influencia francesa, aprendían departamentos de Francia y calles de París
- en tiempo del comunismo, mejor educación: francés, ruso, inglés, instrumentos musicales...
- Rumanía, historia convulsa, pueblo muy mezclado (zíngaros de la India, eslavos del Norte, alemanes, turcos...)
- "Europa debería estar agradecida al pueblo rumano por haber detenido a los turcos, con tantas víctimas"
- la época de dominación germánica, la más "benéfica": disciplina, esfuerzo en común, trabajo duro, estabilidad
- los q emigran ahora, gente sin cultura
- falta de unidad arquitectónica en los pueblos rumanos: gente q construye para aparentar sin preocuparse del mantenimiento
- política comunista: desplazar a los trabajadores de su lugar de origen
- esperanzas puestas en Iliescu: contra la corrupción
- 5/6 de la pensión invertidos en el alquiler. el resto, comida, ropa y medicinas
- añora el Bucarest de antes, los teatros. ahora no es q no pueda ir al teatro, pero no puede permitirse la ropa necesaria
- la transformación de Bucarest, originada por una visita de Ceaucescu a Pyongyang (?). a Elena Ceaucescu le gustó la adoración que la población debía mostrar por los líderes del régimen coreano
- intento aperturista en los años 60, pero presión extranjera (?)
- música de la megafonía en las estaciones de tren rumanas: canción anterior al comunismo, prohibida durante esos años
- sentimiento religioso originado por las dificultades q ha salvado desde la muerte del marido ("algo tiene q haber"). el "ángel de la guarda": cuando seamos viejos lo entenderemos