27 de septiembre
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El panorama dentro de la tienda era de lo más pintoresco. Había algunas personas sentadas en las sillas que se intercalaban entre lo que me pareció la mercancía que estaba a la venta: máquinas de coser antiguas, estanterías con vajilla, montones de ropa de cama, maletas, algún juguete... De cara al escaparate habían colocado algunos objetos "escogidos": lamparitas de mesilla y piezas de critalería. Me invitaron a sentarme entre ellos. Al principio sólo me daba conversación un chico joven: me explicó que era turco y que estaba parado, pero que durante tres meses tenía que trabajar allí. Luego, me dijo, "de vuelta al paro". También me preguntó si había muchos turcos en España. Me dijo que, según había oído, había muchos "extremistas de derechas" que atacaban a los inmigrantes. Había también una mujer oriental que guardaba silencio en un rincón, y un marroquí llamado Omar que, él sí, no tardó en presentarse y en traerme una cuartilla donde se explicaban los servicios que allí se ofrecían. Aguardé un rato más observando la escena y hablando con ellos intermitentemente. Una mujer turca, que, según me dijo, llevaba en Berlín treinta años, me estuvo enseñando las máquinas de coser. Le conté que mi abuela tenía una parecida, de las que funcionaban con pedal. Había otras personas, algunos con aspecto de "autóctonos", que entraban y salían de una especie de trastienda. Otros tomaban el sol en la acera, sentados en un bordillo. (...) Omar y el chico turco se disputaban el control sobre una mini-cadena en la que sonaban alternativamente una emisora de radio alemana y un cassette de música árabe.
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