12 de octubre
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Una tal C. (o K.), no habitante de la casa pero aparentemente enterada de los intríngulis de la Koop (cooperativa de consumo), nos dijo que el Plenum tendría lugar en el tercer piso. Pero allí no había ni un alma. Era un espacio abierto, una especie de salón que no estaba separado del rellano de la escalera por ninguna puerta. Por aquí y por allá había objetos decorativos con aspecto de proceder del "reciclaje", y también algunas "obras de arte", entre ellas una inscripción en la pared que no acabé de entender. El caso es que estábamos A. y yo solas. Y entonces aparecieron dos chicas, habitantes del lugar pero no miembros de la Koop, que no parecían entender demasiado nuestra presencia allí. Nos convencieron de que volviéramos a bajar. Creo que, si no hubiera ido con A., habría empezado a sentirme molesta.
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Como tanta gente, C. afirmó que le gustaba mucho Barcelona y que no le importaría pasar allí una temporada. Entonces A. le habló de las incomodidades de Barcelona, del ritomo demasiado estresante y el nivel excesivo de ruido, y de las dificultades de vivir además de trabajar. Curiosamente, C. sostenía que en Berlín es lo mismo: hay atascos de circulación y, según ella... ¡mucho ruido! Le hablamos también de los peligros de ir en bicicleta por Barcelona, y en ese punto no pudo contraargumentar.
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