25 de septiembre

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Subí con la bici hasta Frankfurter Allee y fui atenta a las variaciones dominicales de la avenida: menos gente, menos coches y, sobre todo, menos productos expuestos en las aceras. Por la Danzigerstrasse había también poco tráfico, de modo que fui casi todo el tiempo por la calzada. Había una quietud que recordaba a los agostos barceloneses, cuando, por ejemplo, es posible ver a lo lejos una Carretera de Sants casi vacía.
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La entrada del Mauerpark era, sobre todo, una enorme acumulación de bicicletas, muchas de ellas atadas a unas barandillas que delimitaban un espacio para los perros. "Aparqué" allí mismo y entré en el recinto del Flöhmarkt. Al principio tuve luna sensación de agobio similar q la que experimento en el Mercat de Sant Antoni cuando voy demasiado tarde. Pero poco a poco fui acostumbrándome a adecuar mi paso al de la multitud.
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