3 de septiembre

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Por la mañana, una breve escapada al "supermercado" más cercano: un SPAR de aspecto poco próspero que nunca hasta entonces había encontrado abierto. Un lugar que me hizo pensar, salvando las distancias, en lo leído sobre la escasez de bienes de consumo en la RDA: estanterías semivacías, apenas dos artículos de cada tipo, y una suerte de dejadez en la actitud de la única trabajadora: la cajera.
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En este día semigris, Kreuzberg, el largo camino de la Skalitzerstrasse, se me antoja más inhóspito que la otra vez. En general no encuentro mucha vida, aunque, eso sí, por aquí y por allá callejean grupos pequeños de niños turcos (dos, tres a lo sumo, casi nunca con niñas), entretenidos en juegos o en alguna trastada.
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Al pasar por Kotbusser Tor me llama la atención una especie de centro comercial al aire libre, burdamente construido en medio de una plaza, de tal modo que ahoga las ventanas de los bloques de pisos que hay todo alrededor. En el estrecho pasillo que queda entre lo uno y lo otro, observo una multitud de bares y restaurantes mayoritariamente turcos. Entre el público, bastante abundante, no faltan chicas y mujeres jóvenes con vestimentas más o menos tradicionales, o quizá reinventadas, pero, en todo caso, a menudo con la cabeza cubierta. Justo al lado, examino el tablón de anuncios de unas oficinas del distrito, y descubro que casi todo aparece en versión bilingüe, alemán y turco.

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