31 de agosto

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Aproveché la amabilidad y las ganas de hablar de la profesora, y le expliqué (así me entrenaba) el tema de mi trabajo. Pareció interesada, subrayó -como todo el mundo- la originialidad de las formas de vida berlinesas... ¡y resultó que había vivido en Friedrichshain nada más caer el muro! Me explicó que, en torno a su casa, no había más comercio que una taberna (Kneipe) donde los vecinos se reunían a tomar cerveza... Las casas estaban en pésimas condiciones pero, dijo, ahora todo ha cambiado bastante.
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A la vuelta de Kreuzberg, una pequeña experiencia de autoaprovisionamiento no mercantil: puse por fin remedio a la baja presión de las ruedas de la bici. Seguí a un ciclista con pinta de experimentado que, delante de mí, entró en una gasolinera. Y observé cómo cogía un aparato enorme con un manómetro y unas teclas con un "+" y un "-". Lo imité, y me fui sin preocuparme de más, comoo quien se va sin pagar el perejil en la carnicería, las bolsas de plástico en el súper, el vaso de agua del grifo en un bar...
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