3 de noviembre

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Y salí a un mediodía espléndido que casi logró acabar con mi dolor de cabeza. En primer lugar me quedé ensimismada contemplando un árbol gigantesco que presidía la entrada al edificio. Me sacó de ese ensimismamiento un señor mayor que me preguntó por una calle que no supe indicarle con mucha seguridad, pero que luego resultó estar allí mismo. Hizo un comentario sobre que "los berlineses no conocen su ciudad", pero no sé si se refería a mí (lo cual, bien mirado, sería muy halagador) o a sí mismo.
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