de paseo por la fábrica de bombillas



En la fábrica estaba también todo previsto para la reproducción de la fuerza de trabajo. Había una cantina en cada edificio, un ambulatorio, una tienda, cocinas para preparar la propia comida, un polideportivo, un auditorio, guarderías y una escuela de química. También existían espacios para organizar actividades de tiempo libre: fotografía, cerámica, teatro, danza, música, etc. Todo ello era gratis o muy barato. Me llamó la atención cómo B. enfatizaba el papel que desempeñaban las cantinas, liberando a las mujeres de la responsabilidad de cocinar: se ofrecían distintas modalidades de comidas y, para el fin de semana, también se podían encargar platos "a medio cocinar".
Los trabajadores se agrupaban en brigadas, correspondientes más o menos a los departamentos de la fábrica, que hacían mucha vida en común. Recibían un presupuesto para organizar excursiones y fiestas. También recibían en ocasiones la visita de turistas, sobre todo rusos, para quienes también se organizaban fiestas. Existían, por otro lado, unos grupos paramilitares llamados Kampfgruppen [grupos de lucha] que disponían de armas y vehículos. El incentivo de pertenecer a estos grupos, que se entrenaban mensualmente, era que eximía del servicio militar.
En la fábrica se tomaban medidas de seguridad contra el sabotaje y contra el espionaje industrial. Además, en el edificio de la administración, junto a las dependencias del sindicato y de la SED [el Partido único], había también una zona reservada para la Stasi.
En definitiva, como B. señaló, aquello funcionaba como una pequeña ciudad de cinco mil habitantes, en la que las personas no sólo trabajaban, sino que también pasaban gran parte de su tiempo libre. Todo aquello significaba, y así me lo confirmó ella misma, que los trabajadores de un gran Kombinat como aquel gozaban de privilegios respecto al resto de la población.

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