un interlocutor incómodo

Decidí aprovechar mi Monatskarte [tarjeta de transporte mensual] para ir a devolver a Herr S. el libro sobre la política de vivienda en la RDA. Me daba una pereza inmensa reencontrarme con aquel señor, pero no quedaba otro remedio.
En efecto, cuando llegué a su despacho en aquel mediodía gris, Herr S. se puso contentísimo de volver a tenerme a tiro. Rechacé su ofrecimiento de asiento con la excusa de que tenía prisa. De nuevo él pretendió examinarme, preguntándome "qué había aprendido" desde nuestro encuentro anterior. Improvisé una respuesta sobre los programas de Stadterneuerung [renovación urbana], y con eso salí del paso. En su arrogancia, él me aconsejó que vuelva por allí a finales del año que viene, cuando esté a punto de jubilarse, para enseñarle lo que haya escrito. Entonces, dijo, él podrá decirme si "he entendido o no" la cuestión que me ocupa. Sin comentarios.
Me escabullí como pude, despidiéndome también del funcionario pelirrojo y tímido que sufre a Herr S. en sus carnes, y salí a respirar con alivio el aire de la Fehrbelliner Platz.

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